LoneSword
01-28-2010, 07:39 PM
Escribía algo en CaraLibro, lo copypasteo acá porque busco la opinión de personas más "matemáticas" que yo (léase: Xephy). ¿Será posible hacer una fórmula de esto?
Hace unos días, hice un pequeño descubrimiento. Como todo científico, tropecé con el mismo en un ámbito completamente ajeno a la observación fenoménica, y quedé anonadado ante las implicancias posibles del mismo. Me di cuenta de que las relaciones interpersonales en alteridad, aparentemente también se encuentran gobernadas por una lógica de base matemática, donde es posible -y necesario, como ya verán- calcular los resultados de ciertos comentarios en consideración a los términos que conforman un enunciado. Pero para ello, y como en todo libro, antes viene la evolución histórica. Le da marco. Y me gustan los marcos.
Cierto día de calor, en cierto balneario, y con cierta pareja; procedía intentar una de aquellas actividades que los humanos aparentan disfrutar tanto, especialmente en grandes números: mojarse. Para tales fines, aparentemente la relativa liviandad de atuendo es requisito sine qua non. En tales condiciones, aparece como obvio incluso para la más rústica de las inteligencias que la observación de los detalles inherentes a la singularidad del cuerpo femenino y/o masculino resulta de facilidad suma, e incluso es un hecho sabido que los individuos de uno y otro género se entregan usualmente a a tal práctica al punto de llegar a hacernos suponer que podemos hablar de hábito. Igualmente, tan mundana actividad me apetece de mal gusto -especialmente por el hecho de encontrarme no sólo en pareja, sino en la presencia física de la misma-, y por ende por costumbre lego la contemplación de los pudores ajenos a mentes más rústicas.
En una oportunidad, y con fines de realizar un cumplido a mi pareja, intenté unir en mi mente dos elogios y formularlos en una frase única. Sorpresa fue la mía al descubrir que una vez verbalizados, la sutil y refinada hidalguía que intentaba detentar fue arrastrada hacia el fango del bochorno y la ingnominia por los desastrosos resultados que la lógica formal le impone al proceso mental de análisis conversacional. En este marco fue donde realicé la formulación de la teoría de la cual trata este opúsculo.
Ya hechos los introitos pertinentes a la presentación del caso, procedo a formular la hipótesis: en el marco de las relaciones de pareja, el reunir en una frase que dependa de una interpretación lógica como cuerpo único dos preposiciones asertivas de menor jerarquía bajo nexo condicional, y que a su vez contengan ideas que objetivamente y de forma aislada sean interpretadas como encomiativas, redunda en una sola idea cuyo resultado es de signo opuesto al de la suma de los dos términos. Paso al ejemplo:
Supongamos dos frases, que sean en general interpretadas como lisonjas. Tales podrían ser, más allá de ciertas discusiones:
1. Tenés el mejor cuerpo de todos
2. No miro a otra persona que no seas vos
Vemos que en ambos casos, las frases son usualmente empleadas por parejas a lo largo del mundo a modo de halago, y regularmente son consideradas como un modo de refuerzo positivo para la relación. Pero ahora, veamos el resultado lógico que provoca la unión de tales afirmaciones en la forma propuesta en la hipótesis:
Tenés el mejor cuerpo de todos, porque no miro a otra persona que no seas vos
Como vemos entonces, la inferencia que se extrae en base a tal afirmación, no guarda correlación con el sentido de las aseveraciones que la componen.
La conclusión extraída entonces señala que siguiendo las reglas de la lógica formal, no es conveniente enlazar preposiciones aisladas en una estructura de dependencia de términos, debido a que redundará en una frase totalmente opuesta a los fines tenidos en miras. La ecuación se resuelve en sentido absolutamente contrario al planteado.
Por otro lado, es destacable que -pese a no estar confirmado- enunciar como derivación posible que el tiempo invertido en intentar rectificar una afirmación así pronunciada es directamente proporcional al encono de la pareja, aparentemente debido a que mayores reflexiones sobre un error tan garrafal sólo generan mayor conciencia acerca del sentido del mismo.
Se impone entonces como cierre de la exposición, la relevancia mayúscula que reviste la consideración de las reglas de la lógica en las relaciones interpersonales. Las herramientas que la misma nos provee, dan resultados positivos en ese fértil campo que para la aplicación de la misma son los vínculos de pareja.
Hace unos días, hice un pequeño descubrimiento. Como todo científico, tropecé con el mismo en un ámbito completamente ajeno a la observación fenoménica, y quedé anonadado ante las implicancias posibles del mismo. Me di cuenta de que las relaciones interpersonales en alteridad, aparentemente también se encuentran gobernadas por una lógica de base matemática, donde es posible -y necesario, como ya verán- calcular los resultados de ciertos comentarios en consideración a los términos que conforman un enunciado. Pero para ello, y como en todo libro, antes viene la evolución histórica. Le da marco. Y me gustan los marcos.
Cierto día de calor, en cierto balneario, y con cierta pareja; procedía intentar una de aquellas actividades que los humanos aparentan disfrutar tanto, especialmente en grandes números: mojarse. Para tales fines, aparentemente la relativa liviandad de atuendo es requisito sine qua non. En tales condiciones, aparece como obvio incluso para la más rústica de las inteligencias que la observación de los detalles inherentes a la singularidad del cuerpo femenino y/o masculino resulta de facilidad suma, e incluso es un hecho sabido que los individuos de uno y otro género se entregan usualmente a a tal práctica al punto de llegar a hacernos suponer que podemos hablar de hábito. Igualmente, tan mundana actividad me apetece de mal gusto -especialmente por el hecho de encontrarme no sólo en pareja, sino en la presencia física de la misma-, y por ende por costumbre lego la contemplación de los pudores ajenos a mentes más rústicas.
En una oportunidad, y con fines de realizar un cumplido a mi pareja, intenté unir en mi mente dos elogios y formularlos en una frase única. Sorpresa fue la mía al descubrir que una vez verbalizados, la sutil y refinada hidalguía que intentaba detentar fue arrastrada hacia el fango del bochorno y la ingnominia por los desastrosos resultados que la lógica formal le impone al proceso mental de análisis conversacional. En este marco fue donde realicé la formulación de la teoría de la cual trata este opúsculo.
Ya hechos los introitos pertinentes a la presentación del caso, procedo a formular la hipótesis: en el marco de las relaciones de pareja, el reunir en una frase que dependa de una interpretación lógica como cuerpo único dos preposiciones asertivas de menor jerarquía bajo nexo condicional, y que a su vez contengan ideas que objetivamente y de forma aislada sean interpretadas como encomiativas, redunda en una sola idea cuyo resultado es de signo opuesto al de la suma de los dos términos. Paso al ejemplo:
Supongamos dos frases, que sean en general interpretadas como lisonjas. Tales podrían ser, más allá de ciertas discusiones:
1. Tenés el mejor cuerpo de todos
2. No miro a otra persona que no seas vos
Vemos que en ambos casos, las frases son usualmente empleadas por parejas a lo largo del mundo a modo de halago, y regularmente son consideradas como un modo de refuerzo positivo para la relación. Pero ahora, veamos el resultado lógico que provoca la unión de tales afirmaciones en la forma propuesta en la hipótesis:
Tenés el mejor cuerpo de todos, porque no miro a otra persona que no seas vos
Como vemos entonces, la inferencia que se extrae en base a tal afirmación, no guarda correlación con el sentido de las aseveraciones que la componen.
La conclusión extraída entonces señala que siguiendo las reglas de la lógica formal, no es conveniente enlazar preposiciones aisladas en una estructura de dependencia de términos, debido a que redundará en una frase totalmente opuesta a los fines tenidos en miras. La ecuación se resuelve en sentido absolutamente contrario al planteado.
Por otro lado, es destacable que -pese a no estar confirmado- enunciar como derivación posible que el tiempo invertido en intentar rectificar una afirmación así pronunciada es directamente proporcional al encono de la pareja, aparentemente debido a que mayores reflexiones sobre un error tan garrafal sólo generan mayor conciencia acerca del sentido del mismo.
Se impone entonces como cierre de la exposición, la relevancia mayúscula que reviste la consideración de las reglas de la lógica en las relaciones interpersonales. Las herramientas que la misma nos provee, dan resultados positivos en ese fértil campo que para la aplicación de la misma son los vínculos de pareja.