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Old 12-27-2010, 01:10 AM   #2
MalditoLobo
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Los ucranianos estaban ya acostumbrados a los abusos del ejército zarista, del ejército rojo ruso, del ejército de ocupación alemán, del ejército de ocupación asutríaco y de cualquier otro que pasara por ahí. Robos, asesinatos, violaciones, destrucción de toda la cosecha que el invasor no pudiera cargar al marcharse. Nadie los defendía. Y ahora eran colonizados.

La revolución agoniza. Los alemanes restituyen a los propietarios las tierras. Los hombres que se liberaron son ahora siervos, de facto en todos los casos. Se crea un gobierno colaboracionista. En abril de 1918, Guliaipolé es ocupada por el invasor.

Escribe Néstor: “Es en el andén de una estación (de trenes) de paso, donde me enteré de la ocupación de Guliaipolé. Veía a mi alrededor la huída de las tropas revolucionarias (del ejército rojo). Algo incomprensible, pesado, me apretaba el corazón. Una angustia tal, que me tumbé en el andén pensando que sería incapaz de moverme”.

Los insurgentes pasan a la clandestinidad. Se sienten traicionados por quienes se dicen revolucionarios, meros burgueses charlatanes, asesinos y cobardes. Makhno parte a Moscú. Quiere comprender lo que ocurre.

Visita al círculo revolucionario sin obtener nada que se asemeje a una respuesta. Visita luego a Kropotkin, quien lo recibe, en sus propias palabras, con “candor y ternura”. Y luego, a su amigo Arshinov. Con él asiste a las reuniones, los mitines, las conferencias. Al respecto, escribe: “Yo reflexionaba sobre lo que veía en las fábricas, donde dominaba el pensamiento tan extendido entre los obreros, fascinados y crédulos, de que debían consagrarlo todo no a construir su propio destino, sino al poder y su dictadura, una dictadura que me alejaba de ellos, pues ni yo mis hermanos campesinos eramos obreros”. Los términos “obreros” y “campesinos” perfectamente podrían haber sido cambiados por “urbanos” y “rurales”, en el contexto.

Cansado y decepcionado de Moscú, Makhno resuelve regresar a Guliaipolé. Así, termina en el Kremlin. No podía regresar, está claro, como un clandestino a un país ocupado sin un salvoconducto.

Así, el campesino prisionero durante una década, a un paso de los hechos que lo convertirían en un héroe, se entrevista con Vladimir Lenin, el líder del naciente coloso rojo. El anarquista y el bolchevique. El revolucionario y el político. El libertario y el autoritario.

Dice Makhno: “Lenin me recibió paternalmente y comenzó a interrogarme lo más minuciosamente posible. La pregunta de cómo los campesinos habían recibido la consigna 'Todo el poder a los soviets', me la hizo tres veces. Yo le dije que para los campesinos eso quería decir que el poder, en todos sus aspectos, debía realizarse con el consentimiento y la voluntad de los campesinos mismos. A lo que Lenin me respondió que los campesinos están contaminados por el anarquismo, y le respondí: ¿Y eso es malo? Entonces Lenin puso sobre la mesa el tema del Ejército Rojo, de su lucha heróica contra el invasor, de la falta de apoyo de los campesinos. 'Me temo, camarada Lenin, que está usted mal informado' le respondí. 'Sus tropas se mantienen alejadas de los caminos y no combaten en el campo. ¿Cómo quiere usted que los campesinos los apoyen? No los ven jamás' Lenin se echó a reir. 'Ustedes, los anarquistas, piensan y escriben sobre el futuro. No son capaces de pensar en el presente' (dijo). Yo le respondí que era un campesino iletrado, que me era difícil discutir un punto tan importante. 'Pero le puedo decir, camarada Lenin, que en Ucrania, en la Rusia del sur, como le llaman ustedes los bolcheviques, estamos sumergidos en el presente y es a través de él que buscamos acercarnos al futuro. En el que, efectivamente, pensamos. Y pensamos muy seriamente'”.

Continúa: “Ya estaba harto de Moscú, donde moría la revolución en el torbellino de la política del poder. Moscú, la perdida, que mantenía a centenares de ociosos de la causa, los del partido vencedor y los otros, que se perdían buscando en la anarquía una perfección que no pertenece al orden de la vida”.

Este pasaje revela dos puntos importantes. El primero, algo omitido por casi todo historiador que rozó, al menos, la gesta del anarquismo: nunca se dijo que fuera perfecto. No es el paraíso lo que se propone, pero sí un mundo mejor.

El otro aspecto es la notoria contradicción que se verá en el análisis minucioso de los hechos, la teoría y la ulterior práxis. Contradicción abrazada, no rechazada. Capitalismo, marxismo, neoliberalismo, incluso movimientos populares como el peronismo y el cristianismo tienen, también, sus contradicciones, unos más, otros menos, pero todos las tienen. Y todos las niegan. ¿Por qué el anarquismo acepta las suyas? Por una cuestión de coherencia. Porque es una verdadera filosofía de la libertad. “El Capital”, obra cumbre de Marx, explica muy bien que los proletarios son los revolucionarios y los burgueses la reacción. El mismo Marx en su manifiesto comunista, sin embargo, defiende a los burgueses como revolucionarios. Esta es una de las contradicciones de las que hablo, una de las que se niegan. Porque el marxismo es, como se ha expuesto, autoritario. No es casual el surgimiento de Stalin. Un Stalin es la conclusión lógica del marxismo. No se puede esperar otra cosa. Un sistema que propone una dictadura (aunque sea del proletariado) y un partido único sólo puede culminar en la acumulación de poder desmedido, que puede traducirse en opresión traída por hombres con aliento a bebés calcinados. Por otro lado, no tengo noticia alguna de un marxista que afirme que su doctrina es una filosofía de la libertad. Al contrario.

Mientras tanto, Néstor Makhno era anoticiado sobre lo ocurrido en Guliaipolé. En abril, todos sus compañeros que aún residían en la ciudad fueron apresados y condenados a muerte. Los judíos los habían traicionado, habían cooperado con los alemanes, los mismos que treinta años despues tratarían de erradicarlos de la faz de la tierra. Acá hay otro pasaje en las memorias de Mahko que muestra un rasgo de su carácter esencial, uno de los motivos que lo convirtieron en un héroe. Narra en el capítulo seis de sus memorias:

“'Judío, respira libremente, durante la época de los zares y de los propietarios, más de una vez has sido desterrado de tus tierras y has vagado lejos de tu casa, sin apoyo ni consuelo. Estás cansado. Descansa. Descansa y sé libre como todos los otros pueblos'. Con estas palabras me dirigí en 1917, en Guliaipolé, a los judíos, cuando la gente me preguntaba '¿Y tu, Néstor Ivanovich, qué opinas de todos esos judíos con los que te sientas en el comité de la ciudad?'”.

A su modo, fue uno de los primeros enemigos del prejuicio racial. Antifascista aún antes del surgimiento del fascismo, que una década después, enmascarado como nacionalismo, surgiría en Europa y América Latina.

Makhno fue llamado, por las clases “bienpensantes” europeas anarco, bandido, delincuente, asesino, antisemita. Y esto es falso. En parte. Anarco sí era, asesino no, pero pronto lo sería. Tanto como cualquier soldado. Delincuente también: comenzó a robar ganado, caballos y herramientas a los terratenientes y las regaló a los pobres. ¿Qué pidió a cambio? Nada. Antes que pudieran darle las gracias ya se perdía en las estepas. ¿Robin Hood? No. Robin Hood es un mito. Su nombre era Néstor Makhno, el amigo del pueblo, el héroe del pueblo.

El invasor imprimía su moneda. En la lengua del terrateniente. El que robaba, mataba y esclavizaba a los ucranianos, olvidados por Moscú y por el tirano Yahvé. Sólo aquellos considerados demonios por la sociedad “bienpensante” miraron. E hicieron. Se formaron los primeros grupos de resistencia, primero sin conexión, pero luego en unión. En su mayoría estaban compuestos por veteranos de la primera guerra.

Eran doce en un primer momento. Salieron a las calles. Disparaban, gritaban, arengaban. Los campesinos tomaron lo único que tenían: herramientas. Enfrentaron al invasor (soldados austríacos, en este caso, pero también había alemanes en otras áreas). Y vencieron.

Y al frente marchaban los demonios de la sociedad. Al frente marchaban los insurrectos. Al frente marchaba el peor de todos, el mismísimo diablo, Lucifer. O Prometeo. O, lo que es lo mismo: Néstor Makhno, que de ahora en adelante, y pese a su protesta, sería llamado “Batko” por sus compañeros. Batko, que significa “Padre”, porque los defendía ante los de afuera.

Escribe él mismo al respecto: “Era extraño y me afectaba mucho escuchar 'Batko Makhno' en vez de camarada. E incluso algunas veces era 'Camarada Batko Makhno'. Y ese epíteto pegado a mi nombre se pasaba de campesino a campesino, de niño a niño. Las palabras Batko Makhno se volvieron inseparables. Con un extraño respeto y un amor y un orgullo que me eran difíciles de entender, se iba a extender de pueblo sobre casi toda la orilla izquierda ucraniana. Era retomado por los insurgentes y por grupos que se hacían llamar 'Batallón Batko Makhno' sin que yo supiera de ellos ni les conociera”.
Así empieza el camino. Así se forma, poco a poco, el Ejército Negro, enemigo de bolcheviques, nacionalistas, fascistas, imperialistas y monárquicos. Así comienza la revolución omitida, la que los soviéticos, los alemanes y los norteamericanos quisieron ocultar al mundo. Así comienza la epopeya de Néstor Makhno, el héroe olvidado.

(Sigue en la segunda parte, luego la posteo. Si alguien quiere decir algo, bienvenido sea).
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Last edited by MalditoLobo; 12-27-2010 at 03:46 AM.
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