Baron
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Capitulo II: El Castillo Imperia
Al amanecer, con las primeras luces del astro rey se pusieron en marcha. La tormenta se había desplazado al sur, puesto que se podían observar densas nubes grises en esa dirección. Ahora el problema era otro. Destacaban como dos manchas de sangre frente al alba ladera de la montaña cubierta de nieve. Avanzaron unos pasos ocultando sus huellas, aunque, como señaló Wolfus, borrar sus rastros era tan eficaz como hacer señales de humo en medio de un tornado.
- Qué bien que nos vendría un cazador a estas alturas, con sus habilidades para ocultarnos y su conocimiento del entorno… - farfulló Tuor.
Wolfus se abstuvo de responder, aunque pensó en su hermano, Sybio, un joven cazador que seguramente les habría ayudado de no hallarse atendiendo asuntos en el interior del reino.
Luego de una larga caminata y temiendo a todo momento que fueran descubiertos, lograron descender de la montaña. A lo lejos observaron un gran yeti que caminaba hacia el oeste, y decidieron no molestarlo. Ocultándose ahora entre los enormes pinos nevados y agradeciendo las nubes que encapotaban el cielo, avanzaron rauda y sigilosamente.
Ya podían divisar la mole imponente del castillo alsirio. Las banderas ondeaban desafiantes en el viento y la presencia de la enorme torre central atemorizaba a cualquiera que osara mirarla con recelo, una magnifica e infranqueable puerta secundada por hombres armados desalentaron a los compañeros. Se percibía el andar de los soldados y unas trompetas llamando al cambio de guardia. Los camaradas se echaron tras una roca y hablaron entre susurros para que no fueran oídos. - Bien... tenemos que entrar - musitó Wolfus. - Están bastante bien protegidos.
- ¿Qué te esperabas? Es un castillo - replicó Tuor sonriendo. - Bien, esto es lo que haremos, necesito que organices algo de pirotecnia a la derecha del fuerte, no muy lejos pero lo suficiente como para atraer a los guardias. Yo entraré por el lado opuesto, trepando la muralla, he visto su diseño y es posible, la colina facilitará eso...
El conjurador estaba en su posición. Deslizarse a través de los guardias no había sido fácil, pero de acuerdo a los reportes de espías infiltrados dentro del reino, las tropas alsirias se estaban agrupando en el fuerte Trelleborg, y habían quedado pocos en el castillo Imperia. No muy lejos de su posición, el brujo comenzó a murmurar sus arcanas palabras mientras su báculo brillaba con una tenue luz azul.
Un fogonazo y una gran explosión sacudieron las paredes del castillo. Los guardias salieron corriendo al sitio donde se había observado el relámpago, que había caído sobre una gran piedra, partiéndola en dos. Del otro lado de la muralla, Tuor trepó y luego ayudó a su compañero. Una vez arriba se encaramaron detrás del parapeto y caminaron con las cabezas gachas.
Pudieron finalmente escabullirse hasta la torre e ingresar. El conjurador lanzó en su aliado diferentes auras de protección, así como en si mismo hizo otro tanto. Escalando los peldaños, llegaron por fin al último piso donde se detuvieron a escuchar.
- Estúpido idiota, confiesa de una vez el resto, sabes lo que hará el Carcelero cuando llegue, sabes que desearás no haber nacido y aún así te resistes… – Dijo alguien con una voz ronca.
Wolfus se animó a asomarse para poder ver y distinguió a dos figuras, un hombre alto, con armadura enfrentaba a un joven demacrado con heridas en el rostro y en el cuerpo. El muchacho alzó la vista a su captor y una mirada de odio destelló en sus ojos. El caballero alzó un brazo dispuesto a golpear al hombre en el rostro pero súbitamente quedó inmovilizado.
El brujo salió de su escondite murmurando arcanas palabras lanzó una gran roca sobre su enemigo, quién con una expresión de terror en el rostro quedó aplastado debajo de ella. Tuor se adelantó y curó al muchacho, quien no era otro que Aldarion.
No obstante el ruido de la piedra al caer había atraído la atención de los demás guardias de los pisos inferiores y ahora se escuchaban gritos, el entrechocar de armas y ordenes de los oficiales.
- Muchachos... gracias... - sollozó Aldarion – lo lamento, no pude… - Su voz se quebró y unas lágrimas escurrieron por su rostro.
- Aldarion, tendrás momento para lamentarte después, necesitamos salir de aquí primero – replicó Wolfus, preocupado por lo que oía debajo.
Tuor alzó el báculo y comenzó a entonar extrañas palabras. Un gran despliegue de poderes surgió de él, grandes portentos mágicos inundaron la sala, dándole fuerzas a los que allí se encontraban.
Preparados para lo peor, los compañeros se dispusieron a vender caras sus vidas.
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Capitulo III: Refuerzos
El bárbaro se puso a buscar entre los armarios que allí había, donde se guardaban armas, armaduras y demás; y encontró un mandoble que se ajustaba a su talla. Sonriendo, se puso en posición de combate, entonando cánticos antiguos que debían conferirle fuerzas. El brujo asimismo formó un aura a su alrededor para protegerse y el conjurador se dispuso detrás de ellos, atento a curarlos cuando fuera necesario.
Súbitamente apareció la punta de una lanza por la escalera y, rápido como el rayo, Wolfus arrojó sobre el enemigo una esfera de fuego. Debajo cesaron los ruidos y gritos y se escuchó únicamente a un hombre conferenciando en voz alta con otro, además del grito agónico del herido.
- Demonios, ¿Cuántos son?
- Tres nada más, el bárbaro y dos magos, por lo menos uno de ellos es brujo.
- Entiendo… vayan ustedes cinco, ataquen velozmente y es importante que… – bajó la voz de modo que los compañeros no pudieron oír lo que dijo a continuación. Tuor y Wolfus intercambiaron una mirada y el conjurador invocó un aura sobre su amigo, que debía protegerlo totalmente de poderes que no causaran daño.
Lentamente el brujo comenzó a entonar un cántico arcano. Debajo de la torre se oía el entrechocar de armas contra armaduras y demás ruidos producidos por los alsirios al subir.
- ¡Corten sus cabezas! – gritó Aldarion alzando su espada. En ese mismo instante aparecieron por la escalera cinco individuos. Al frente un poderoso caballero con auras a su alrededor, seguido inmediatamente por dos bárbaros, un cazador y dos tiradores.
Wolfus liberó entonces el encantamiento que estaba guardando y una gigantesca nube negra y violácea se formó a su alrededor. Al mismo tiempo, Tuor alzó los brazos y la torre tembló sobre sí misma. Mientras, Aldarion se batía a duelo con uno de los bárbaros al tiempo que el resto trataba de mantener el equilibrio.
- ¡Atrás! – gritó el cazador, identificando el conjuro del brujo - ¡Tienen maestro de la destrucción! ¡Reagrupemos!
En ese momento, un poderoso golpe del guerrero syrtense aplastó el yelmo de su rival el cual cayó desplomado a sus pies y quedó inerte. Los alsirios se apresuraron a bajar con el caballero al último cubriendo la retaguardia.
- ¿Qué hacemos? – Preguntó Wolfus, agotado por el conjuro – No se si podamos soportar otro ataque así, mi hechizo no funcionará de nuevo hasta que me recupere, y creo que son más de cinco guerreros debajo…
- Salgamos y enfrentémoslos – Exclamó Aldarion, con los ojos brillosos mientras un hilo de sangre le corría por el rostro de un pequeño tajo abierto debajo de su ojo. – Hasta la muerte o la victoria, sea como sea prefiero enfrentarlos ahí afuera, no me gusta este nido de ratas.
Tuor sonrió y se mostró de acuerdo con su amigo. Decididos, los tres bajaron lentamente la escalera mientras debajo se oían gritos encolerizados del capitán de la guardia. Cuando llegaron al pie de la torre se miraron y asintieron. Desenvainando su mandoble, Aldarion lanzó su grito de guerra y salió precipitadamente de la arcada que hacía de puerta.
Un estruendo sacudió el castillo y todos se detuvieron en seco. La detallada y gigantesca puerta principal del fuerte cayó derrumbada por una fuerza exterior y un grupo de hombres y mujeres entraron. Lanzando ataques, flechas y encantamientos a diestra y siniestra acabaron con los guardias y los demás guerreros en un abrir y cerrar de ojos ante la atónita mirada de los compañeros.
De las cuatro figuras que habían entrado, una se adelantó al resto. Quitándose el casco dejó al descubierto un rostro conocido por el conjurador.
- Buenas tardes Tuor – Dijo solemne – Bastante torpe tu accionar esta vez… ¿Qué pretendías al venir aquí con dos aliados únicamente?
- ¡Darith! No puede ser… ¿Qué hacen acá? – Exclamó el conjurador sonriendo de oreja a oreja ante la presencia de sus amigos y compañeros de clan, los Centinelas Nocturnos.
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Acá van 2 capitulos, que tardé mas o menos un mes en escribir
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