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La Taberna Un lugar para conversar sobre casi cualquier tema

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Old 01-19-2009, 11:33 PM   #1
Torg_Snowflake
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Aca voy a ir colgando uno a uno los relatos que tengo en varios foros particulares del regnum, entre ellos alsius y regnum zg.

Subo ordenados por saga y por capitulo.

Saludos
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Old 01-19-2009, 11:35 PM   #2
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Empiezo con unos cuentos amateur que tienen ya un año y pico masomenos. Las andanzas de Torg como las iba(¿Feliz?) registrando, que mas adelante evolucionaron en una suerte de historia.

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Fuego y sombra

Torg nació unos años luego de que terminara la guerra y los uthgars se aliaran al Imperio. Hijo de Triggon Snowflake, un valiente caballero y Maya Icehearth, una médica conjuradora.

Sus padres siempre llevaron a Torg con ellos en sus viajes dentro del Imperio, querían que él se familiarice con las montañas, así como con sus habitantes y peligros. La vida era buena...

Un día Triggon fue llamado al frente, su compañera e hijo lo acompañaron hasta la muralla para despedirlo. Su campaña duraría 3 meses, asi que la despedida fue bastante emotiva.

Desgraciadamente, no era el lugar adecuado para bajar la guardia... una unidad de arqueros de Ignis dirigida por un elfo nigromante estaba planeando una incursión al territorio del Imperio y los encontró.

No podían huir, los cazadores seguirían su rastro...así que Maya dejó caer su báculo en señal de rendición. Sin embargo el nigromante solo sonrio... Torg vio a su bondadosa madre, quien siempre se había preocupado por curar a los heridos, caer con el pecho lleno de flechas.

En ese instante, Triggon soltó un grito de los que sólo salen del más poderoso bárbaro, tomó a torg por los cuernos y lo arrojó lo más lejos que pudo. El pequeño de 10 años se desvaneció al chocar contra un árbol.

Cuando recobró el conocimiento Torg vio a su padre cubierto de sangre, tanto suya como del enemigo. Toda la unidad ígnea había sido masacrada, de la forma en que sólo un Uthgar que dejó salir lo más salvaje su lado bestial podría hacerlo.

Triggon sostenía un libro, era rojo y negro, y se podía sentir el hedor a azufre y muerte saliendo de él. Era el tomo que contenía los conocimientos y hechizos del elfo oscuro. Temblando se lo dió a su hijo y le dijo lo que serían su últimas palabras.

-Torg, tu madre quería que fueras un conjurador como ella, ahora no podrá enseñarte...Toma este libro y aprende de el... aprende a controlar sus conjuros. Entrena duro en las montañas, te fortalecerán y evitarán que el libro te corrompa...Quema a esos elfos con su propio fuego, haz que se pierdan en las sombras que ellos mismos llamaron a este mundo. Hazlo por tu madre, por mi, y más que nada ... por Alsius
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Last edited by tomastomas; 01-22-2009 at 09:40 PM.
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Old 01-19-2009, 11:40 PM   #3
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Un encuentro inesperado

La isla de cristal, era la primera vez que Torg se aventuraba allí. Había oido que el frío en ese área era insoportable, pero habiéndose criado en las montañas, desarrolló un pelaje abundante y pensó que eso lo protegería.

Grave error... las ventiscas y los monstruos no le daban tregua. Siguió el sendero que le indicaban los guardias para terminar pronto con su misión, pero cuando llegó a la estación del último, lo encontró apenas vivo.

Estaba a punto de morir congelado, Torg tomó su báculo y se dispuso a matar un yeti para abrigarlo con su piel.
Estas criaturas nunca le habían presentado un desafío, pero en el terrible clima bajó la guardia y el yeti logró alcanzarlo con su maza de hueso.

Snowflake sintío su pelo crujir, se había congelado, y eso le salvó de un grave daño. Sin pensarlo dos veces acabó con el yeti con su hechizo de vampirismo, sanando su herida y al mismo tiempo evitando quemar la piel del animal con alguna de sus magias de fuego.

El enano le agradeció mil veces y le dijo que recompensaría su buena acción. Torg no pudo evitar levantar su gruesa ceja al oir la historia de un paraíso, un oasis en medio del hielo más duro de todo el Imperio.

Según el mapa al sur no había más que un inmenso acantilado a modo de muralla impenetrable, pero el guerrero insistió en que había una puerta oculta.

La idea de un lugar diferente en la tundra logró motivar la curiosa mente del brujo. Lo meditó y decidió probar su suerte, aclarándole antes al enano que terminaría igual que el yeti de estar mintiendo...

El viento helado no dejaba ver a más de un metro, el mago ya estaba por perder la esperanza cuando sintió algo familiar, no sabía qué era, pero se dirigió en esa dirección. Caminó un largo tiempo cuando su magnificación de fuego comenzó a agotarse, su báculo era lo único que le daba algo de calor asi que rápidamente se refugió en una cueva cercana para recuperar fuerzas.

Entonces lo sintió de nuevo, como un latido, un calor igual al que su madre le transmitía cada vez que curaba alguna de sus heridas. Recorrió la cueva y a la salida encontró lo que jamás pensó que vería... un paraíso.
Césped y árboles llenos de vida, agua que no cortaba la piel al beberla del río, un aire tibio que podría calmar al más enfurecido bárbaro...

Recorrió el lugar completamente maravillado hasta que se topó con una roca inscripta, esta marca le era familiar pero no podía recordar por qué.

Repentinamente la roca se encendió y Torg aparecío en un bosque diferente, no emanaba tranquilidad, sino tensión y peligro. Cuando la verdad cruzó su mente se horrorizó, estaba en el frente. Su entrenamiento no estaba completo y no estaba en una unidad, ni siquiera con un compañero.

Rápidamente inspeccionó el horizonte en busca de la gran muralla, pero eso no fué lo único que vió... Descansando bajo un árbol estaba un elfo oscuro, se notaba que había escapado de una batalla y estaba agotado. Tal vez fuera por la tortura por la que pasó en La Isla de Cristal, o simplemente por la memoria de la muerte de su madre... pero lo único en lo que podía pensar era en venganza.

Sus ojos se llenaron de fuego, al igual que sus manos que ansiaban rostizar la carne del maldito perro de Ignis. Reunió su mana en una sola gran bola de fuego que lanzó con todo su espíritu.

La explosión lo hizo caer de rodillas, y al levantarse no pudo creerle a su ojos... el nigromante estaba intacto, era muy poderoso para el jóven aprendiz de brujo. El enemigo no dudó en devolver la cordialidad...

Torg despertó en Rottersvall y agradeció haber grabado una runa de escape, en la ira ciega se había olvidado de ella. El encuentro no debilitó su voluntad de luchar, todo lo contrario, jamás se sintió con más ganas de entrenar y perfeccionar su magia.

Casi podía ver el futuro, su unidad luchando contra la del nigromante, venciéndolo y reclamando su honor de nuevo, por sus padres y por el Imperio.
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Old 01-19-2009, 11:42 PM   #4
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Verde y Negro

Un largo camino lleno de osos, lobos y tralls. Así llegó Torg al pueblo de Birka. Había oído que la zona era menos fria que las demás, un alivio comparado con lo que pasó en la Isla de Cristal. En fin, le interesó conocer el lugar, no sólo por la temperatura, sino por la diferente fauna y el paisaje.

Pasó los siguientes días conociendo a los ciudadanos y entrenando en las afueras. No estaba acostumbrado a hacerlo en equipo, pero era una práctica usual allí, más que nada por la agresividad de los monstruos. Si alguien estaba herido, necesitaba quien lo cubra para llegar a la ciudad.

Fue una buena oportunidad de familiarizarse con las habilidades de los demás tipos de guerreros y la camaradería era instantánea en el Imperio.

Un día oyó un ruido que venía de los establos, acercándose vió que los caballos relinchaban ansiosos. Rodeó la cabaña para encontrarse con una especie de trall de color verde, mas pequeño y sin embargo más fuerte. No parecía muy listo pero sí estar entrenado en combate. Era su primer encuentro con un orco.

El bellaco vió al brujo y corrió de frente hacia él. Snowflake alistó su báculo pero no hizo falta, una lanza atravesó de lleno al bruto. Un bárbaro enano se presentó como Dollar, le ofreció ir de caza y él aceptó.

Mientras caminaban por el bosque Torg examinaba al guerrero, jamás habia luchado junto a uno, siendo un mago pensaba que el correr como loco gritando hacia el enemigo no era buena idea. Su padre le contaba que se necesitan tanto caballeros como bárbaros en el ejército, pero él nunca comprendió su función.

Luego de luchar contra varias criaturas notó que el enano era mucho más fuerte de lo que aparentaba, levantando osos con su lanza y arrojándolos fuera del camino.
Siguieron así un tiempo hasta que su nuevo compañero lo detuvo. Comentó que le parecía raro no ver orcos, dado que suelen cuidar su territorio del bosque celosamente. Acordaron ir a espiar a una aldea cercana.

Las aldeas orcas eran muy primitivas, nunca con más de 10 ó 15 habitantes, a lo sumo 30 en lugares donde no se enfrentan a los hombres del Imperio. Pero lo que se encontraron no era lo que esperaban... era una armada de unos 200 orcos con mazas y hachas de hierro, de diseño algo brusco, pero sin duda efectivo.

Se quedaron escuchando cuando uno subió a un tocón y comenzó a gritar. No comprendian una palabra, pero cuando el líder señaló en dirección a Birka lo entendieron. Planeaban saquear el pueblo. Las defensas de Montsognir serían apenas suficientes, pero Birka no podría soportar tal asedio.

En eso un peón que patrullaba los divisó y antes de que pudieran huir los rodearon. Torg sabía que no podrían contra tantos... pero caería como Alsirio. Ámbos se pusieron en guardia. Los orcos sonreían, no estaban acostumbrados a tener la ventaja, y lo disfrutaban.

Entonces el bárbaro soltó un grito, un extraño grito lleno de furia, valor, orgullo, honor... El hechicero sintío estos sentimientos estallando en su cuerpo y juntos cargaron contra los invasores. Pasaron unos minutos antes de que Snowflake se diera cuenta que no estaba usando ningún hechizo, ni siquiera magia básica, simplemente les estaba partiendo los cráneos con el báculo. Pelear con un bárbaro era una experiencia particular.

La lucha siguió durante casi 20 minutos cuando ámbos cayeron de rodillas, abatidos por el cansancio y el dolor.
Acabaron con casi la mitad del ejército pero no podián más. Los monstruos también se detuvieron para gozar del momento de su victoria, casi como un dientes de sable jugando con su presa moribunda.

La mente ágil del mago ideó algo. Miró al guerrero.

-No hay honor en morir aquí, debemos alertar a los pobladores...

Se incorporó, lanzó una bola de fuego al cielo y la hizo estallar con un relámpago. Una lluvia de chispas callo sobre los monstruos sin hacerles daño, pero cegándolos lo suficiente para que pudieran escapar.
Corriendo lo mas rápido que podían hacia la ciudad, los brutos pisándoles los talones... por más que llegaran no habría tiempo para advertencias. Sentían las pisadas de sus perseguidores como un terremoto. Un terremoto que extrañamente comenzaba a sonar cada vez más suave, no lejano, sino débil. El sonido se apagó por completo.

Al voltearse vieron el primero de un río de cuerpos verdes. Uno a uno murieron mientras los perseguían. Torg se acercó a uno y le quito una flecha de la espalda, una flecha negra. "Las sombras" dijo el bárbaro estupefacto. El enano describió un clan secreto que tenía muchos de los soldados más fuertes del Imperio.

-¿Que hacía una unidad de arqueros tan poderosos lejos del campo de batalla?, preguntó el Uthgar. -ja ja, ¿una unidad? el enano sonrio con una mezcla de orgullo y respeto. -Era sólo un tirador mi amigo.

Por más que conociera el Imperio, Snowflake siempre encontraba algo nuevo. Esa noche mientras tomaba algo en la taberna con Dollar miró el cielo estrellado e imaginó qué otras cosas descubriría durante su entrenamiento.
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Old 01-19-2009, 11:43 PM   #5
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El olvidado

Torg examinó nuevamente el bosquejo que hizo del mapa que le prestó Dollar... Helluland era un poco más tranquila que el bosque de Vinland, pero las criaturas en el camino a Gokstad eran de cuidado. Los osos y lobos de esa zona eran tan fuertes que ni los orcos se atrevían a acercarse. Pero al sur había un lugar interesante para visitar, las Playas de Burrun Zha, hogar de la legendaria batalla de los 10.000 báculos.

Dado que tenía un viaje largo por delante, el mago intentó recordar la historia que le contó su madre de pequeño.
Los conjuradores de los tres reinos siempre se disputaron una antigua reliquia con propiedades médicas. El Guante del Dragon Azul podía aumentar los poderes de cualquier sanador y el de sus aliados enormemente.

El tesoro era llevado de un reino a otro, e incluso los sacerdotes de diferentes clanes se lo robaban entre ellos. Los bondadosos maestros de luz, médicos de todos los reinos, guardas de la vida... se vieron cegados por la ira, la ambición, el odio...

Todo concluyó con una masiva batalla en la zona sur de Alsius, antes de que existiera la muralla. Todos conocen el gran despliegue de los conjuradores en el frente, imaginar 10.000 de ellos luchando de la manera más feroz era difícil. Nadie se sanaba más que a sí mismo, los reinos no importaban, todos querían el guante.

El bosque desapareció en esa área, el largo acantilado se convirtió en polvo, ninguna planta volvería a crecer allí.... nadie sobrevivió y la reliquia que podría sanar a tantos desapareció para siempre.

Mientras se acercaba a su objetivo, el brujo comenzó a preguntarse qué habría pasado con los miles de seres invocados por los magos. Los fantasmas y demonios podían regresar a sus dimensiones terminado el contrato. Las momias, esqueletos y zombis no durarían mucho más de una semana antes de hacerse polvo. Por otra parte, los golems, marionetas de roca sin mente, no se deteriorarían ni en 1000 años.

Cuando llegó a la costa vió lo que esperaba, montones de grandes rocas todo a la largo de la misma.

Poniéndose en guardia se arrimó al más cercano y lo toco con el báculo. Instantáneamente las rocas tomaron vida y formaron un cuerpo de unos 5 metros de altura que sin dudarlo comenzó a arrojar puñetazos contra el suelo buscando aplastar a su invitado. Saltando para esquivarlos clavó su arma en la arena e hizo que gigantescas estacas salieran bajo el gigante, destrozándolo por completo.

Sin sus amos los golems no tenían más que hacer que simplemente quedarse allí, esperando que alguien se acerque para eliminarlos. El emperador nunca se molestó demasiado porque formaban una defensa natural contra los intentos de avance de los aquantis que vivían en el océano.
Habiendo sido sitio de tal épico enfrentamiento mágico, era un muy buen lugar de práctica de hechizos. Se podía sentir el mana saliendo del suelo como vapor caliente.

Pasaron los días, enfrentando las enormes invocaciones, aprendiendo nuevos hechizos de su libro y chocando con algún que otro escuadrón de exploradores aquantis.

Una mañana oyó gritos desgarradores que lo despertaron. Tomó sus cosas y se apresuró en la dirección de la que provenían. Vió a lo lejos un grupo de hombres pez corriendo hacia él. Notó que no llevaban su armas y que no iban directamente a enfrentarlo, sino que huían de los gritos.

Torg sujetó a uno de ellos del cuello y lo elevó a su altura. Los hermanos Younbross le habían enseñado algo de aquariano durante su estadía en las Ruinas de Thundermace, así que se las ingenió para preguntar amablemente qué sucedía. Sin embargo lo único que el pez gritaba era "Tosh gabosh, tosh gabosh". "¿El olvidado?" preguntó el brujo a si mismo. Soltó al pequeño que continuó corriendo con todas sus fuerzas.

No tuvo que pensar quién sería el olvidado, un golem de 15 metros, producto de un poderoso hechicero, hecho de hielo y roca de montaña apareció frente a él. Manchado con sangre verde y con algunos tridentes clavados en sus pies... eso habián sido los gritos.

Sin pensarlo dos veces el brujo comenzó a desplegar su arsenal de conjuros. Explosiones, relámpagos, maldiciones... Nada afectaba a la mole que sólo continuaba intentando aniquilar al peludo guerrero. Torg se ocultó detras de una roca para recobrar el aliento, buscó en el libro algo que le salvara el pellejo y encontró un hechizo que podría hacerlo. Era muy avanzado, si funcionaba, su entrenamiento habría valido la pena y sería una poderosa arma en el frente, si fallaba... bueno... no tendría que preocuparse por encontrar el camino de regreso.

Primero tenía que tenerlo quieto por unos instantes para poder recitar la magia. Pensó en cómo estaban formados los gigantes e ideó algo. Saltó de atrás de la roca y sin perder tiempo drenó la magia que mantenía unidas las piedras de las piernas del monstruo. Esto lo derribó lo suficiente para que pudiera decir las palabras:

-Furia de los dioses, castigo de las estrellas. Que llueva el fuego y aplaste a mis enemigos.

Un meteoro llameante aún mas grande que el golem rasgó las nubes y calló sobre él. La nube de arena caliente hubiera quemado a un nordo o a un enano, nuevamente el pelo del Uthgar lo salvó de un daño grave. Debía tener más cuidado la próxima vez, tal vez uno mas pequeño y con mejor puntería...

Un resplandor llamó su atención, venía del crater que dejó la roca estelar. No lo podía creer, allí estaba. La reliquia antigua, el guante que convirtió a los médicos en asesinos despiadados, había quedado descubierto en la explosión.

Como brujo, Snowflake no podía tocar elementos con magia blanca, a menos que quisiera una dolorosa cicatríz. Lo levantó con la punta de su báculo, y lo arrojó al mar. Algo así no podría traer más que discordia al Imperio. En épocas de guerra no se podía dar el lujo de generar escaramuzas internas, menos aún, una nueva batalla de los 10.000 báculos.

Abandonó la playa y tomó el camino a la ciudad puerto de Gokstad. Si algo se interponía en su camino, sólo practicaría su nuevo conjuro.
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Old 01-19-2009, 11:46 PM   #6
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No todo lo que brilla es...¡Goblins!

Quince..., por más que las siguiera contando solo tenía 15 monedas de oro... El mercader miró al Uthgar levantando una ceja.

-Mira, el precio de la túnica es de 23.000. Ni más, ni menos.

Gokstad tenía muchas cosas interesantes traídas al puerto de tierras lejanas. Un nuevo báculo resplandecía en la mano del mago, pero le costó tanto que no le quedaba nada para una túnica nueva.
La que tenía era buena, pero lo hacía ver más como un sacerdote que un brujo. Resignado se dirijió a la puerta y se sentó un rato a mirar el cielo. Pensaba de dónde sacar tanto oro en tan poco tiempo.

-¿Porqué la cara larga amigo?, Bueno más larga de lo usal, jeje.
Doomed le extendió su mano y lo ayudó a incorporarse. Snowflake había conocido al bromista nordo cuando entró en La Jihad, clan del que ahora ámbos eran miembros con el rango de verdugos.

El brujo humano confesó que también andaba corto de oro para comprar mercancías en la ciudad puerto.
-Sabes, oí que los orcos llevan a cabo un ritual de iniciación para sus guerreros en las ruinas de Dvergardunn, -¿Y qué con eso? replicó Torg, -Que el ritual consiste en atacar aldeas de goblin nórdicos para quitarles valiosas gemas. Los enanos las consiguen asaltando las caravanas que por allí pasan.

Lo discutieron un rato, y sin nada que perder acordaron visitar el área para verificar el rumor.

El camino de Dvergardunn era una vía alternativa entre Montsognir y Birka, pasando por el otro lado de las montañas y se extendía hasta Gokstad. La presencia de los ladronzuelos goblins y la dificultad del terreno, hacían que la mayoría optara por el tramo del Valle Kheled y Helluland.

Los animales eran agresivos, pero ámbos hechiceros los habían enfrentado en incontables ocasiones. Habrían deseado tener la misma cantidad de oro en sus bolsas que de garras, pieles y dientes.

Cuando arribaron a las ruinas las encontraron, como esperaban, tomadas por guerreros goblin. Los pequeños eran débiles, pero muy ágiles. Si bien un solo golpe podía vencerlos, el conectarlo podría llevar del alba al ocaso de no ser precisos.

Buscaron un lugar donde establecer su campamento, lejos de los ojos de los orejas picudas. Mientras esperaban el anochecer, intercambiaron notas de hechizos y nuevas formas de usarlos. Torg compartió la estrategia de escape que había utlizado en Birka, la combinación de fuego y relámpago que se convertía en una lluvia de chispas. Doomed le enseñó al Uthgar que, en casos extremos, un mago podía herirse ritualmente para aumentar su mana. Se llamaba a esta técnica un sacrificio ambicioso.

Anocheció. Los magos se dirigieron a la aldea. La aldea goblin era un mezcla de tiendas de pieles y grandes edificios de roca de las ruinas. Pensaron que sería fácil, los goblins tenían muy pocos guardias para atar y amordazar silenciosamente. Pero mientras los contaban vieron cómo del otro lado de la aldea un pelotón de unos 10 orcos atacó a los guardias. Todo se convirtió en un caos. Los gritos de los bajos eran chirriantes y pronto la plaza central se llenó de guerreros. Snowflake sintió un golpe y todo se apagó.

Cuando despertó ya estaba amaneciendo. Se encontraba amarrado a una mesa de madera. Frente a él había una larga escalera de roca que ascendía hasta lo que parecía un altar. Estaba vigilado por un pequeño grupo de guardias y la plaza abajo estaba repleta con el resto de ellos. A su lado vió a su amigo nordo que aún dormía, y arriba en el altar estaban los orcos sobrevivientes, algo le dijo que no lo seguirían siendo por mucho más...

Un verrugoso con corona de plumas se hacercó al altar. Daba alaridos terribles, y apuntaba al cielo con una daga. Los orcos fueron puestos en el altar y ... sacrificados. El pelo de Torg se erizaba mientras él y su compañero eran llevados por las escaleras.

Doomed estaba despierto para ese momento, miró a Snowflake con cierta calma. El Uthgar notó que la punta de su báculo estaba encendida, y silenciosamente hizo lo mismo. Estaban malheridos, y encender sus báculos les consumió la última pisca de energía que les quedaba. Pero ambos sabían que hacer.

Fueron amarrados al altar y cuando el sacerdote se acercó, quemaron sus ataduras con sus armas y realizaron una coreografía de hechizos tan perfecta que parecía de una obra preparada. Ámbos conjuradores absorbieron la magia del shamán dejándolo inconciente. Cuando los guardias corrieron en su auxilio, usaron vampirismo para sanarse y los despacharon instantáneamente. Entonces sacrificaron esa nueva energía vital para llenar sus reservas de mana y con una pequeña sonrisa de venganza en el rostro, llamaron dos meteoros que destruyeron el edificio de roca. El revuelo desatado les permitió escapar con lo justo...

Detrás de una roca ámbos recuperaban su aliento, ya habían dejado la aldea atrás y no podían dar ni un sólo paso más. Entonces Doomed comenzó a reir y luego a carcajear.

- Te juro por el emperador que si haces una de tus bromas ahora te romperé ese cuello rosado. Dijo Snowflake con cara de pocos amigos.

Entonces el delgado brujo se quitó su turbante y lo desarmó. Las telas estaban llenas de joyas, las había tomado en la confusión antes de que fueran atrapados. La cara de Torg cambió y abrazó al nordo tan fuerte que casi le rompe la espalda.

Tuvieron que descansar un par de días antes de poder volver a Gokstad para gastar su nueva fortuna.

Esa noche mientras todos en la cantina bebían algo a cuenta de los dos brujos suertudos, el jóven uthgar miró su mapa pensando qué le faltaba explorar del Imperio.
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