[Relato] La Forja de un Túnica Verde

[hugolituss]

Si se pudiera sentir la tristeza, si se la pudiera mensurar, seguro que la de Tuor seria enorme, este capitulo, y sobre todo el final, se me hizo carne.

Estoy tan emocionado que no se si decirte seguila, para ver que pasa, o decirte basta ya, basta de tristeza.

No me hagas caso, a vaces digo boludeces, XDD...

Nos vemos Fede.

Hugo.

[Tuor]

Gracias hugo
Hoy sale otro che!
Pasa que era muy largo y decidi dividirlo en dos capitulos, ahora estoy terminando el XIII: Furia ^^

PD: acá va

[Tuor]

Capítulo XIII
Furia

El sol brillaba en lo alto, con tonos anaranjados y dorados, como si anunciara ya desde el inicio un destino de fuego para los moradores del mundo. La bruja caminaba encorvada mientras los insultos y las verduras podridas golpeaban a su alrededor.
Una gran muchedumbre se había reunido para presenciar la ejecución, pues el rumor y la noticia habían corrido de boca en boca a una gran velocidad.

Uriannas llegó a la tarima amordazada, vendada y atada de manos. Uno de los guardias la hizo subir a una banqueta, poniendo su cuello bajo la soga. Unas lágrimas surcaban las mejillas de la otrora orgullosa mujer, mientras los silbidos formaban un cerco a la vez que la multitud se aproximaba para ver mejor el “espectáculo”.

Larissa Goldenheart, quien se erguía en el centro de la plaza, alzó la mano llamando a la multitud a silencio.
- Hoy estamos aquí congregados para traer ecuanimidad a nuestra bienamada república, a traer tranquilidad a los vecinos de Ulren Asir, a traer sosiego al espíritu de un fallecido. Estamos aquí reunidos para ajusticiar a la alturian Uriannas, por haber cometido un crimen atroz. La sentencia se llevará a cabo de inmediato.

Un rayo del sol refulgió sobre la armadura de la general, como si el siniestro astro deseara dejar bien en claro su impaciencia.
Lejos de allí, un brujo de nombre Wolfus yacía en su celda, a cinco metros de profundidad, encarcelado por intento de “rescate de prisioneros” y “traición a la nación”.

La gente guardó silencio y observó expectante, como buitres ansiando la caída final de su presa moribunda. Uno de los guardias, de nombre Irehok, se aproximó y se dispuso a llevar a cabo la ejecución cuando un fogonazo de luz seguido de un grito interrumpió la escena.

Dos hechiceros se abrieron paso por entre la muchedumbre. El que iba a la cabeza llevaba una túnica de tonos verdes y negros, con un sombrero de ala ancha y un fuego en los ojos. Una hermosa mujer iba detrás de él, vestida con una sencilla túnica blanca pero portando un ornamentado báculo en su diestra.

Los pobladores de Fisgael los observaban con temor, de reojo y murmurando entre ellos. Larissa se les puso en el camino y demandó en voz alta:
- ¿Quién infiernos son y porqué creen que pueden detener una ejecución de esta manera?

Tuor llegó a su lado, la miró con altivez y pasó de largo ante su mirada estupefacta. La guerrera se dio vuelta y puso su mano sobre el hombro del mago, lo cual le hizo recibir un chisporroteo eléctrico.

Aquella reacción defensiva del conjurador provocó que los guardias desenvainaran sus armas y cerraran filas. Har no logró cruzar el cerco por lo que se quedó atrás, aunque nadie se animó a acercársele por la mirada de desafío en sus ojos.

Tuor llegó ante su madre y le quitó la soga del cuello. Aquello provocó un murmullo por parte de la gente, y unas miradas escrutadoras de los guardias a su general, la cual estaba sobreponiéndose al impacto y observaba furibunda al hechicero. Uriannas sintió el contacto y apoyó sus brazos en el conjurador.
- ¿Tuor, sos vos?
- Si, soy yo, ya llegue, quedate tranquila que te vamos a sacar de acá… - dijo, tomándola y quitándole la venda de los ojos.

Y entonces un chasquido hendió el aire, seguido por un seco impacto. Tuor alzó la vista y se encontró con una flecha negra clavada en el pecho de su madre, a la altura del corazón. La saeta emanaba un aura oscura y roja, algo sobrenatural. Tuor trató de quitarla de allí pero no pudo moverla ni un centímetro.

Uriannas se derrumbó, en sus ojos apareció una expresión de asombro y dolor. Se consumía rápidamente. La faz palideció en un instante y sus ojos se cegaron con una última mirada en su hijo.

- No, no, tranquila, te voy a curar… - dijo, y obró los poderosos sortilegios de los que se enorgullecía y que había pulido a lo largo de semanas. A su lado una figura de blanco y cabellos anaranjados hacía también uso de magia, pero la visión del mago era borrosa para con todo lo demás.

Los hechizos tuvieron el mismo efecto que arrojar un guijarro a un tumultuoso rio. Tuor arrojó el báculo a lo lejos mientras ponía sus manos sobre el pecho, susurrando palabras a unos oídos sordos y entonando plegarias a unos dioses vacíos.
A su alrededor los guardias se daban órdenes entre sí, pero aquello era ajeno a esas tres personas que estaban en el centro de la plaza.

Uriannas extendió el brazo hacia Tuor y le dijo una última frase, con su último aliento. Podría parecer enigmática, mística, un destino revelado, pero a Tuor le llegó como el balbuceo final de un ser amado.
- Tu padre es la esperanza, él vive en un mito ahora…

Fue entonces cuando Tuor recordó aquella situación. Ya había estado ante ella una vez, en un sueño, lejos de allí. La gente lo miraba con una mezcla de temor y odio, mientras formaban lentamente un círculo sobre él. A sus pies yacía ella, su madre, expiando en vida un pecado irreal.

Una hermosa mujer de cabellera roja, Har, se le acercó y lo estrechó en un abrazo, susurrándole palabras de afecto, comprensión y consuelo al oído. Él estaba quieto, frío como un bloque de hielo.
Y entonces la figura de su madre desapareció, se desvaneció en el aire producto de la mortal flecha conjurada por un ser tan ignoto como poderoso.

Har lo miró con lágrimas en los ojos mientras cerca suyo Larissa cerraba un círculo con sus guardias y detrás de ellos una multitud de alimañas que ansiaban sangre.
- No te hagas esto – dijo ella, sollozando.

¿Cómo no hacerlo, después de tan atroz acto? ¿Por qué el destino se había encaprichado de ese modo con él?
Recordó entonces las palabras de una divinidad camuflada en un enano ¿Qué el destino no está escrito? ¿Qué era moldeable?

Y entonces rememoró su sueño, pero ya era parte de él. Lo estaba viviendo. Sabía lo que iba a pasar, y en todo su ser deseaba hacerlo realidad.

A lo lejos vio un arquero vestido de negro subido a un tejado, haciéndole una burlona reverencia. El círculo de enemigos se cerró en torno a ellos, y él apretó su báculo con firmeza, hasta el punto que sus nudillos se tornaron blancos.
Cerró los ojos y apartó lenta pero inexorablemente a la muchacha mientras entonaba unos versículos arcanos.

- ¡Impidan que hable! - exclamó Irehok, y todos se lanzaron hacia él.
- ¡Tuor, no lo hagas! - gritó Har.
Con un rápido movimiento, el mago empujó a la mujer lejos de si mientras alzaba el báculo en el aire y lo incrustaba en el suelo con fuerza.

- ¡Muerte! – tronó, y un aura albiceleste emanó de él, el sortilegio conocido por el nombre de “Furia de Evendim”, la cólera de un mito.

Las ondas alcanzaron a todos los que estaban a su alrededor. El cielo se tornó blanco por unos instantes y el grito de la parca cegó a los pocos ojos que se salvaron de la noble justicia de un mártir.

[guadab_]

Uoooo que buen relatooo mui intrigante tuor

[m4cgregor]

Me encantó el uso del quote para la carta

excelente !

Me gusta mucho como le llevás el suspense...

abrazos !

[Tuor]

Muchas gracias por sus comentarios
Hoy finalmente me puse a escribir el XIV, así que en estos días estará (seguramente antes de semana santa).

[necroferos]

Tuor, sos grosso sabelo! Me tienes intrigado con este relato, ¿cómo acabará? D

[Celerian]

Felicitaciones Tuor!

Muy buena la historia. Me gusta la narracion, la expresion, todo

Aplausos!

PDTA: EStoy robandote la idea del "indice". ¡Esta tremenda!

ڃټکڥںڬڲڿڮڟ ۝ ڃټکڥںڬڲڿڮڟ

ڥڭښ Celerian - Whenever ڇکڟ

[Tuor]

Capítulo XIV
Prisión

- ¡Señor, tenemos que hacerlo pagar!
- Ya sé, ya sé, pero no es el momento.
- ¿Cómo que no señor? ¡El maldito mocoso mató treinta personas con ese hechizo, merece morir o algo peor!
- Conozco al muchacho, conozco su linaje, te repito que no es el momento.
- Deberíamos aprovechar esta oportunidad, la sociedad está impactada por lo que pasó, seguramente quieren la cabeza de aquel que hizo semejante atrocidad. ¡Señor, no hay mejor momento que este!
- ¡Silencio Irehok!

Ancalimon paseó por la sala luego de lanzar la reprimenda a su subordinado. La fuente de la vida canturreaba aquella madrugada, a pesar del horrible espectáculo que había afuera. Los hombres de la ciudad se habían ocupado de limpiar la plaza rápidamente, pero la destrucción era palpable e inalterable.

De la cúpula y la tarima donde se llevaron a cabo los acontecimientos no quedaba nada. Habían sido destruidas, junto con el pasto y el suelo mismo. Un gran agujero, semejante a un cráter, mancillaba la hermosa ciudad de Fisgael.

Viendo el mutismo del gobernante, Irehok carraspeó y musitó:
- Señor, entiendo que quizás usted no quiera hacer la ejecución ahora, pero ¿Qué razones hay para eso? ¿Es decir, qué hacemos con él si no lo matamos?
- No puede morir, no todavía, no hasta que haya concebido un hijo. – dijo, como si estuviera pensando en voz alta.
- ¿Un hijo? – se extrañó y sorprendió Irehok.
- Si, un hijo.
- Pero señ…
- ¿Por qué? No puedo revelártelo.

Ancalimon lanzó una mirada suspicaz al nuevo capitán de la guardia antes de agregar:
- Respecto a lo que hacemos con él… lo mejor será que lo lleves a las celdas. No le vendrá mal quedarse ahí un largo tiempo… - entonces dejó de pasear y observó un punto fijo, con la mirada perdida - aunque sigo preguntándome porque justo él resultó ser el hijo de la condenada a muerte, porqué tuvo que ser quien desencadenara esta situación… A menos que… si, quizás si podamos hacer algo al respecto, si, quizás podamos acabar este desagradable asunto en las celdas mismas…

* * *

Arrojaron a Har con brusquedad hacia el calabozo. El carcelero, un alturian rudo y sádico, sonrió mordazmente y luego se fue por donde había venido. La conjuradora tenía un golpe en la cabeza y se encontraba sin sus preciadas pertenencias.
Debajo del alcantarillado de la ciudad se emplazaba una cárcel gigantesca de la cual muy pocos siquiera habían oído que existiera. El lugar era sombrío, un entorno de sombras y telarañas. Una mancha oculta a los ojos de la elitista sociedad de Fisgael.

Un escalofrío recorrió la espalda de Har al ver una figura echada en un rincón. Se acercó cautelosamente y distinguió a Tuor, inconsciente y malherido.
- No te preocupes, no está muerto – dijo una voz a su espalda, y Har se sobresaltó nuevamente. Había otra persona en la celda.
- ¡Wolfus! – exclamó ella, sin poder creerlo - ¿Qué haces acá?
- Me encerraron después que te mandé la carta – dijo amargamente. – Parece que me estaban vigilando. ¿Qué pasó ahí arriba? ¿Salvaron a Uriannas? Se escuchó un enorme estruendo desde acá.

La conjuradora no contestó, sino que se arrodilló al lado del mago herido y lo acomodó en el camastro.
- ¿Har?
- Fue horrible.
- Pero… ¿Qué pasó? – dijo, tragando saliva.
Ella, con voz quebrada, le narró lo que había sucedido en la plaza. Unos minutos después Wolfus la observó con atenta mirada, meditando al respecto.

* * *

Tuor durmió hasta el anochecer. Se despertó con un dolor de cabeza y ganas de vomitar. Wolfus y Har dormían en aquel momento, ella intranquila al parecer por estar susurrando en sueños.
El conjurador miró a su alrededor confuso, recordaba fragmentos de lo que había pasado, y no estaba seguro de donde estaba aunque unos segundos después de su breve inspección dedujo que lo habían encarcelado en algún lugar oscuro y remoto.

Se incorporó y se puso en pie. Antes de que pudiera dar un paso sintió arder un costado de su túnica raída y buscó aquello que lo molestaba. Extrajo el pequeño medallón que le había otorgado Bellorum hacía ya tanto tiempo, en aquella taberna de Raeraia donde el futuro parecía más venturoso.
Los acontecimientos recientes, el descubrimiento de la maldad de su hermano y la muerte de su madre habían hecho mella en el ánimo del conjurador, ensombreciéndolo.

Tomó la insignia centinela en sus manos, preguntándose cómo había pasado el escrutinio que los encarceladores seguramente habrían hecho a su persona. Unas palabras habían aparecido en el borde esférico del objeto.
“Estamos yendo, estate atento.”

¿Qué significaba? ¿Iban a liberarlo? Presuroso se dirigió donde descansaban sus dos compañeros de celda y los movió para despertarlos, intentando no hacer más ruido del necesario.

Har se despertó primero, lo miró a los ojos y esbozo una pálida sonrisa.
- Primo, ¿estás b…?
- Rápido Har, nos vienen a sacar de acá.
- ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Eh?
- Mi clan – dijo él, posando una mano sobre su hombro mientras que con la otra intentaba despertar a Wolfus, el cual al parecer se había empeñado en mantener un sueño profundo aquella noche. – No sé cómo lo saben, pero vienen para acá…

Ella entendió inmediatamente que aquel no era el momento para hablar. Lo ayudó a despertar al brujo y cuando lograron hacerlo abrir los ojos e incorporarse sonó el golpe de una puerta. Unos pasos se oyeron caminando por el suelo de piedra del pasillo, y Tuor le susurró a Wolfus con voz queda.
- Dejame hablar, seguime la corriente.

Entonces apareció la silueta del carcelero, seguido de varias personas más.
- Levántense ratas rastrosas – gruñó el guardia, abriendo la celda y dejando pasar a Ancalimon Jadescribe, quien iba acompañado por dos guardias fornidos armados hasta los dientes.
- Tuor - dijo con una voz suave, musical, y el conjurador se puso en pie lentamente, como a regañadientes. – Quiero hablar contigo en privado.
- Lo que tenga que decirme, señor Jadescribe, puede decírmelo aquí – replicó fríamente.

Ancalimon lo miró levemente burlón y a un gesto suyo uno de los guardias se adelantó y le asestó un puñetazo en el estómago que lo dejó sin aire. Tomándolo de la nuca lo levantó en andas y lo sacó de la celda, siendo seguido por los otros y dejando a Har y a Wolfus intercambiando una mirada preocupada.

Se detuvieron en una cámara donde estaban almacenados todos los objetos confiscados de los cautivos, incluyendo las pertenencias de Tuor. El carcelero los miraba extrañado, preguntándose qué iban a hacer allí, pero entonces el desenvainar de un arma recorrió la sala y se escuchó un ruido sordo, secundado por un gemido de dolor.

Tuor se giró sorprendido y vio a uno de los guardias muerto, decapitado. El carcelero yacía también a su lado, con una espada incrustada en el pecho. Turbado, el mago siguió la mirada del muerto y vio que el otro guardia lo observaba a su vez detrás de la visera del yelmo.
- Pero que…
- Pensé que te habíamos dicho que estuvieras atento… – musitó, quitándose el casco.
- ¡Linglot! – exclamó, anonadado, pero entonces reparó en Ancalimon y se dio vuelta nuevamente pensando que el gobernante estaría aterrorizado como mínimo, pero se sorprendió al verlo allí parado, tan tranquilo como si hubiera estado tomando té en una reunión social.

- Hola Tuor – dijo, y su figura se difuminó, transformándose ante los incrédulos ojos del mago. El cabello cambió de color, la estatura varió, los ropajes cambiaron y unos momentos después el conjurador se encontró con la apacible mirada de Richox. – Un gusto verte de nuevo, ¿todo bien?

[hugolituss]

Fede, un gusto y un placer leerte, te agradezco tus palabras, y, te soy sincero, pensaba que lo habias abandonado al relato, pero veo que no, y tambien veo que realmente te superas con cada entrega.

Se te extraña por el barrio del Ro, espero verte pronto.

Abrazo.

Hugo.