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11-05-2010, 01:23 AM | #1 |
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La Historia de Icewizard
Índice:
Capítulo 1.- El inicio del cambio. Capítulo 2.- Tres caminos se unen. Capítulo 3.- Problemas en el bosque. Capítulo 4.- El propio Señor de los Infiernos nos deja mensajes. Capítulo 5.- Llamada del bosque. Capítulo 6.- No fue pura coincidencia. Capítulo 7.- Emboscada. Capítulo 8.- El Campeón de Noíus. Capítulo 9.- Las tierras del norte. Capítulo 10.- La Era Helada. Capítulo 11.- Importante favor. Capítulo 12.- El camino de los campeones. Capítulo 13.- Nodread al poder. El inicio del cambio El cambio más drástico de mi vida comienza hace mucho tiempo cuando yo, un joven elfo de los bosques, vagaba solo por los más temibles y oscuros bosques del mundo. Con el lento paso del tiempo aprendí a convivir con las demás razas y criaturas que conquistaron, mediante sus inservibles guerras, el mundo. Sentía pena por aquellos que morían en manos de otros, por eso cuando tuve la edad necesaria, estudie las artes de la conjuración y la capacidad de salvar vidas. Me movía entre los árboles y plantas muy silencioso. El bosque era el único lugar donde la raza dominante, el humano, no llegaba con sus ideas de conquistar y expandir .Ahí me refugiaba entonces, solo. Pocas fueron las veces en las que salía del bosque oscuro, simplemente no entendía la vida de un humano y por eso evitaba tener que ir a una ciudad. Estos trataban bien a mi raza, la respetaban hasta cierto punto, sin embargo preferían no involucrarse. Por mi parte hacía lo mismo. Seguí caminando por la senda del silencioso y calmado boscaje. Contemplé como los árboles cada vez se volvían majestuosos. Las hojas eran del verde más puro y la brisa llevaba un aroma fresco y limpio. Los rayos del sol eran cada vez más tenues conforme avanzaba. Entonces comprendí que poco a poco iba llegando al corazón del bosque. Una pequeña parte de mí se emocionó. Viejas leyendas que narraban historias de una diosa llamada Árema. Era una bella mujer que vivía por los bosques. Era la causante de que los bosques sean pacíficos, que los animales convivan en armonía unos con otros. A su vez, Árema, guiaba a los que se perdían en sus bosques hasta encontrarse con su destino. Avancé entre la abundante maleza verde, a lo lejos una dulce y tranquila risa retumbaba entre los árboles. Era una risa musical, deliciosa. Mis oídos estaban agradecidos de escuchar esa risa, inolvidable. Finalmente llegué a un pequeño prado en el corazón del bosque. El sol posaba sus tibios rayos sobre la verde hierba y ahí, una niña elfa muy joven bailaba de un lado para el otro junto a dos perros blancos de ojos verdosos. Eran muy hermosos, los tres, y reían alegres hasta que la niña me descubrió entre los árboles. La niña era pequeña, con brazos cortos y un pelo largo que le llegaba hasta el suelo de color chocolate. Sus pómulos eran de un rosado intenso y sus ojos eran de un azul cielo. Dejó de reír y se quedó quieta en el lugar mientras sus perros me ladraban. Mostraban sus filosos y largos colmillos con rabia. Mire de nuevo a la niña, le pedí perdón con la mirada. Ella pareció comprender que estaba arrepentido, por lo que con un gesto de su mano sus perros blancos callaron. Una suave brisa paseó por el prado, dejando disfrutar un agradable aroma a su paso. La niña dio unos pequeños pasos adelante. -¿Quién eres?- preguntó con una dulce voz, casi tan preciosa como su risa. -Un… elfo.- contesté torpemente. Ella rió y sentí un gran placer. -Tú nombre, joven elfo.- preguntó sonriendo levemente. -Icewizard, mi niña.- respondí nervioso. -Un placer conocerte, Icewizard, yo soy Árema.- dijo y sus lobos sonrieron pero ella los cayó nuevamente con un gesto de la mano.- ¿Cómo encontraste mi prado? Nunca creí ver a un elfo o un mortal aquí.- -Bueno… estaba caminando sin rumbo por el bosque.- confesé.- Creo, que me perdí.- Ella me miró apenada y se quedó en silencio. Iba a preguntarle algo cuando una fuerte explosión sonó a lo lejos. La diosa se sobresaltó y desapareció en una brisa de viento. El dulce aroma desapareció pocos segundos después de que Árema desapareciera, la hierba había perdido color y el sol ya no brillaba cálidamente. Todo parecía oscuro y frío desde entonces. A unos metros divisé una gran columna de humo negro. Cuando el viento cambió noté diferentes aromas en él. Uno era humano, estaba seguro, pero el otro aroma no lo había sentido desde hace mucho tiempo atrás. El hedor a muerte me invadió y sentí un terrible escalofrío. Apresuré el paso atreves del bosque hasta que llegué a donde una batalla daba comienzo. Estaba en lo cierto con los aromas, delante de mí a unos cuantos pasos se encontraba un humano con una gran armadura plateada. Era brillante y reflejaba los cálidos rayos del sol. El humano portaba un gran escudo que lo cubría de pies a cabeza y en su otra mano tenía desenfundada su espada con un mango de oro. Frente a él había una criatura espeluznante, un demonio con su cabeza flameante al igual que sus enormes espadas. Era enorme, casi tanto como los árboles y era de color rojo intenso, como la sangre. Llevaba una pechera azul grisáceo y en eso consistía toda su armadura. El humano miraba fijo al demonio y este a él. Retrocedí varios pasos y me escondí detrás de un árbol. Finalmente la batalla comenzó. El humano dio un gran salto e intentó atacar al demonio. Este lo esquivó y con un golpe lo derribó contra un árbol que por culpa del impacto se partió a la mitad cayendo encima del humano. Sin pensarlo siquiera, corrí hacia él. El demonio se sobre saltó y me intentó hacer un mandoble con sus enormes espadas que por poco logré esquivar. Con la ayuda de la magia élfico, invoqué a un ánima maldita para distraer al demonio. De esta forma, logré acercarme al humano sin ser molestado. Cuando llegué a su lado, vi como su sangre se deslizaba lentamente por la armadura sucia y rota. Noté que poco a poco el humano iba perdiendo la vida, los párpados estaban cerrados pero intentaba abrirlos. Con mi magia sané su herida pero no fue suficiente, el humano había perdido por completo sus fuerzas. El demonio se liberó de mi criatura, se acercaba hacia mí bramando enfurecido y agitando sus espadas flameantes por el aire. Diosa de los bosques, ayúdame a escapar de este demonio. Recé para mis adentros. El demonio se encontraba a pocos pasos de mí. Mi final estaba cerca, lo presentía. Entonces dos lobos de un blanco puro saltaron al cuello del demonio. Este cayó al suelo sorprendido y decapitado. Me puse de pie por el asombro. Los lobos giraron sus hocicos ensangrentados y asintieron para luego evaporarse como hace poco lo había hecho Árame. Giré mi vista hacia el humano ya muerto. Me arrodillé a su lado y con las pocas energías que me quedaban, conjuré un hechizo para revivirlo. Luego le quité su casco para que el suave viento recorriese su rostro. Era un joven de no más de veinte años, o eso creí. Su pelo negro estaba ensangrentado al igual que la mayoría de su cara. Una vez terminado el conjuro, el humano volvió a respirar y lentamente abrió los ojos.
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La Historia de Icewizard.-Pequeño Cuento de Amor.-Nuevo Mundo.-La Travesía de Apolo.- Perdido como un ruido al alba
Last edited by Icewizard; 03-30-2011 at 02:44 AM. |
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