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Old 01-28-2012, 10:23 PM   #1
Tuor
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Post [RELATO] Ysthorya

.:: YSTHORYA ::.


En un principio estaba él, el único, aquel quien entre los mortales es llamado Enshi, y se encontraba sólo y aburrido. De su poder y pensamiento surgieron los Devehloperz, los primeros entre los seres vivientes. Durante eras convivieron en la Eternidad Insondable, el espacio de negrura absoluta iluminado únicamente por el resplandor de las estrellas innumerables, sin conocer mayor propósito que el de su existencia misma.

Ahora bien, al cabo de un largo tiempo Enshi convocó a los Devehloperz y les mostró la Visión, una ilusión sobre su más grande anhelo el cual era crear un espacio físico en el cual seres vivientes pudieran interactuar entre sí. Los Devehloperz se vieron maravillados ante esta mágica imagen, pues cambiaba a medida que observaban y así contemplaban el paso del tiempo y el cumplimiento de sus propios anhelos, pues los pensamientos de los propios Devehloperz estaban inculcados en la Visión.

Y luego de la Visión el propio Enshi les dijo que haría de dicha ilusión una realidad, pero sería el deber de ellos moldearla y continuarla, y los Devehloperz se sintieron felices pues deseaban realizar obras con las cuales darle un sentido a su existencia. Sin embargo se dice que la Visión concluyó antes de que los Devehloperz pudieran ver demasiado, pues no quería Enshi que fueran capaces de anticiparse a los acontecimientos del futuro, así podrían sorprenderse por ellos y actuar en consecuencia.

Y Enshi creó así el primer Zer-Vher, el plano dimensional donde se haría realidad la Visión, y muchos de los Devehloperz fueron a morar allí para comenzar con las obras. Sin embargo hubo muchos que permanecieron en la Eternidad Insondable y no acudieron al Zer-Vher hasta que su momento llegara, pero el propio Enshi los acompañó durante un tiempo.

El Zer-Vher era caótico en un principio, y Enshi dividió las tareas pues había mucho que hacer. Los Devehloperz trabajaron duro durante años moldeando, arreglando, desarrollando, reparando y creando. Elevaron montañas y hundieron mares, crearon costas, colinas, desiertos y praderas, plantando árboles y plantas por doquier. La creación del mundo en sí es la obra más renombrada de los Devehloperz, sin embargo es poco lo que se conoce realmente pues no había seres vivientes en ese momento más allá de ellos mismos.

Ahora bien, al cabo de un tiempo Enshi creó a los primeros seres vivientes, criaturas sin capacidad de raciocinio pero con puro instinto que pronto se reprodujeron y poblaron gran parte del Zer-Vher. A los Devehloperz les maravillaron estos seres y decidieron llamarlos Mhovz o “Criaturas” en la lengua común.

Poco después, mientras los Devehloperz trabajan aún tratando ahora de mantener en balance las fuerzas arcanas de la tierra, Enshi creó a los Pej-Ohtaz, unos seres hechos a semejanza de los Devehloperz pero menores en poder y tamaño, y que luego se llamarían Elfos, Enanos, Humanos y Utghars. Los Devehloperz estaban fascinados por estos seres en un principio y trataron de dialogar con ellos, sin embargo rápidamente descubrieron que carecían de voluntad propia, pues permanecían estáticos sin realizar nada más allá de funciones vitales simples como respirar o parpadear. Así pues consultaron con Enshi y éste sonrió, pues sabía lo que debía hacerse.

Con su gran poder, el creador convocó a unos espíritus de otro plano de existencia llamado Lahreahlydad, que existía mucho antes que el propio Zer-Vher. Estos espíritus llamados Ush-Ers se unieron con los Pej-Ohtaz insuflándoles vida propia y tomando control de sus actos. Así pues comenzó la primavera del mundo, y tanto los Devehloperz como los Ush-Ers estaban contentos pues encontraban significado a sus vidas al tener cosas para hacer y gente con la que interactuar.

Enshi viendo que todo marchaba bien optó por retirarse del mundo y retornar a la Eternidad Insondable, pues se sentía cansado. Los Ush-Ers lo tuvieron en gran alabanza siempre y lo llamaron “Nuestro Gran Desarrollador”, a menudo refiriéndose a él con las siglas NGD. Pero a los Devehloperz los llamaron Adh-Mins y si bien los tuvieron siempre en alabanza en ocasiones los trataban irreverentemente pues andaban mezclados entre ellos, buscando siempre cómo mejorar y reparar los errores del Zer-Vher.

Estas edades del mundo fueron conocidas como Bhetaz y fueron una época de esplendor sin comparación. Los Ush-Ers, espíritus inquisitivos y curiosos, disfrutaban nombrando todo lo que encontraban, y así fue, entre otras cosas, que descubrieron la magia y crearon las palabras de poder. Pero al propio mundo en el que habitaban, el Zer-Vher, lo llamaron “Ra”.

Ahora bien, durante eras la paz reinó en estas vastas tierras, antes del desastre, antes de la guerra. En las plácidas tierras de Syrtis, los longevos elfos, experimentados arqueros y conjuradores desearon alejar el peligro de sus tranquilos bosques, sin importarles el precio de lo que hubiera que hacer para mantenerlo a raya. Hacia el este, ambiciosos elfos oscuros, poderosos necromantes y hombres de casta guerrera, buscaron tomar venganza contra aquellos que los condenaron a la dura vida en el desierto en el mar de dunas llamado Ignis. Desde las montañas heladas del norte, los antiguos enanos, señores del imperio de Alsius, maestros en el arte de la forja y la guerra, planearon largamente la expansión de su territorio. Tres civilizaciones enfrentadas buscando la supremacía en un mundo lleno de peligrosas criaturas arcanas constantemente al acecho desencadenaron la más cruenta guerra en la historia.

Por algún extraño motivo los propios Adh-Mins no evitaron esto, y de hecho hay quien dice que impulsaron la guerra para darle nuevos motivos a los Ush-Ers para dispersarse, pues por más que los Pej-Ohtas sufrieran la muerte a manos del enemigo lograban resucitar en los Altares de Resurrección, creados por los propios dioses para cumplir tal propósito. Hay quien dice que todo Ra es simplemente un gran parque de entretención para Ush-Ers aburridos, pero como bien diría un bardo en días posteriores “Y si todo es sólo un juego, jugaré hasta el final”.

Ahora bien, una noche sin luna y sin estrellas, cubierto el cielo por una negra nube que parecía colmar todo, los Adh-Mins se reunieron en concilio en la Isla Central, a la cual ningún mortal puede llegar sin asistencia de una divinidad. Reunidos allí, los Adh-Mins hablaron largo y tendido durante toda la noche y el día siguiente.

Los ecos de esta charla trascendían la isla, pues los pájaros callaban, los animales se agitaban inquietos, incluso los combatientes de los tres reinos se mostraban intranquilos y con frecuencia perdían la concentración, observando su entorno como si algo estuviera indefectiblemente mal o fuera de lugar.

Al atardecer una luz fulgurante centelleó en la isla y el propio Enshi hizo su aparición allí. La guerra se había detenido horas atrás y todos los Pej-Ohtaz (guiados por los intranquilos Ush-Ers) se congregaron en los muelles, tratando de observar, de ver más allá de lo que estaba velado para ellos, cual niños buscando escuchar a hurtadillas las conversaciones de adultos.
Súbitamente se produjo un cambio en el ambiente, los Adh-Mins abandonaron la isla y se hicieron presentes en diversos puntos del mapa, mientras Enshi gracias a su formidable poder escribía en los cielos con letras de fuego un mensaje definitivo.

Los Ush-Ers se escandalizaron con dicho anuncio, pues los dioses habían decidido que la última edad Bheta concluiría, dando paso a una nueva edad que llamaban Hophizial en un evento denominado Res-Eth. Declararon que era lo mejor para todos y que quienes los habían acompañado en este largo recorrido serían recompensados con Ximerin, el escaso y codiciado mineral mágico. Sin embargo este “Res-Eth” sería un nuevo comienzo pues todos perderían sus poderes, sus objetos, sus posesiones incluso los propios Pej-Ohtaz serían destruidos, sin embargo los Ush-Ers podrían hacerlos reencarnar y comenzar la aventura nuevamente, esta vez a gran escala pues los Adh-Mins comentaban que el Hophizial traería consigo muchísimos nuevos Ush-Ers del otro plano.

No fueron pocos quienes se mostraron en contra de esta iniciativa, pues sentían que todo lo que habían hecho se olvidaría y que tanto tiempo asistiendo a los Adh-Mins en el desarrollo de Ra había sido desestimado, pero no pudieron hacer nada, pues la decisión estaba tomada y al poco tiempo los Adh-Mins tomaron el Zer-Vher, expulsando a los Ush-Ers por un tiempo y allí el propio Enshi eclipsó la noche, oscureció las estrellas y realizó el Res-Eth.

Un nuevo amanecer despuntó en las tierras de Ra, como si nada hubiera pasado, pero no todos los que el día anterior habían luchado por sus respectivos reinos retornaron. Hubo muchos Ush-Ers que luego del fin de las Bhetaz abandonaron el juego para nunca volver, y sin embargo lo que habían vaticinado los Adh-Mins resultó cierto, pues con la llegada del Hophizial también llegaron centenares de nuevos Ush-Ers dispuestos a descubrir y explorar este nuevo mundo. Los antiguos Ush-Ers de la Bheta, llamados luego Bheteranos, recibieron Ximerin como indemnización y muchos se convirtieron en líderes y respetados combatientes de sus facciones.

Se dice sin embargo que hubo algunos que se mostraron abiertamente disconformes con la decisión de llevar adelante el Res-Eth, mas ninguno se opuso a los Adh-Mins. Ninguno excepto uno. Un poderoso brujo humano llamado Lagh les salió al frente y desafió al propio Adh-Min Surak a un duelo, y si bien este último resultó vencedor pues no hay fuerza mortal capaz de matar a un dios, aún así en la derrota Lagh lanzó una terrible maldición sobre el mundo antes de morir, una maldición que sumiría el Zer-Vher en la oscuridad, una maldición que luego fue conocida entre los Ush-Ers como “Lag”.

En aquel tiempo un hechicero anciano y chiflado de Syrtis llamado Lemorel, quien se daba aires de profeta, proclamó que el brujo Lagh volvería en conjunto con cinco compañeros, cuando los cielos manaran sangre y el gran creador del mundo fuera despojado de su trono.

Así comenzaron los días del Hophizial, con esperanza, con optimismo, con regocijo y a la vez con incertidumbre, pues los ecos de la maldición jamás abandonaron el Zer-Vher.
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Tuor
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