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La Taberna Un lugar para conversar sobre casi cualquier tema |
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08-22-2009, 12:08 AM | #11 |
Apprentice
Join Date: Oct 2006
Posts: 66
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Un fulgor verde recorre la oscuridad. La luz tiñe de vida el gris suelo y los árboles interminables.
El Coleccionista de Extrañas Noches ha vuelto. Se acerca lentamente, sereno, con su morral al hombro y un cuaderno en una mano. Sube los viejos y crujientes peldaños. Dentro resuena un bullicio poco habitual para él. Acaricia la puerta que tanto conoce, con una leve sonrisa en los labios. La empuja con la fuerza justa para que sólo la barra sea visible. Ahí está Pepe, tendido en un lodazal de sangre, entre copas y botellas destrozadas. Las paredes rasguñadas y partes del estaño rotas. Un leve temblor traiciona sus manos. Cierto cosquilleo en el estómago. Sensaciones que hace mucho no lo visitan… y ahora lo asombran. Duda. Piensa en el tiempo y sus estragos; en lo relativo del pensamiento, que pertenece a quien tal vez no lo vea; en el sentimiento, que se alimenta de la noche, y a quien la luz aniquila. Y antes de poder decidirse a entrar, cae en uno de sus acostumbrados abismos mentales. Ya no hay cuerpo. Todo es volátil. Algunas cosas son patentes, pero lo mejor y más bueno está teñido por la bruma del tiempo. El recuerdo es un compañero para nada fiable “¿Quién sabe si todo lo que ha pasado quedó en algún sitio? ¿Hay alguna certeza de que lo vivido sea garantía de algo en este presente? ¿Y si la materia sublime que fui estuviese compuesta sólo de ilusión? ¿Y si ya no soy? ¡No tengo en mí nada de aquello! ¡¿Por qué siempre debo volver al dolor para sentir la vida?! ¡Ella…” De pronto un ruido feroz lo vuelve a su cuerpo. Gritos en el interior. Aullidos… La puerta es arrebatada de sus manos con una fuerza que lo hace tambalear. Dos destellos pasan velozmente. Ve una sombra perderse entre las sombras del afuera… “Lobo… mala semana”, piensa. Vuelve la vista. La puerta rota se encarga de arrebatarle toda posibilidad de arrepentimiento. Su antiguo hogar, un poco alterado, le instala un sabor amargo en la boca… Apaga sus ojos, para no molestar… traspasa el umbral… El ambiente está alterado. Nadie le presta atención y todos gritan. Como una brisa se pasea por el lugar. Al llegar al fondo los ve. Ella en el suelo, sosteniéndolo, devolviéndole la vida entre lágrimas… Él mirándola, sintiendo la vida y saboreando el cielo. “Sólo el tiempo…”, murmura sordamente. Cuando el eje desaparece, las piezas giran, expulsadas, erráticamente. El espectáculo va tomando sentido, pero ya tendrá tiempo de conocer los motivos de las peleas. El calor casi olvidado del lugar lo hace sentir cómodo, y le recuerda sus viejas deudas con las palabras… deudas que siguen pendientes. Se aleja del baño y decide buscar un lugar para quedarse. Busca sobre la multitud, y ve entre los personajes, nuevamente, muchos rostros desconocidos. Sonrientes seres que han encontrado un refugio, cuyos espíritus ruedan serenamente por la materia de la igualdad. Dos alas lo llaman. Ve al pequeño ángel, lejos del ruido, escribiendo con su lápiz eterno de inocencia, que se ha tornado un poco más material desde la última vez que lo viera. Se asoma tras ella, se escabulle entre sus alas, y lee: “Buscando la inspiración en el vacío, tropiezo con su recuerdo y caigo en el hastío”… No cree estar preparado para lo que intuye. ¿Acaso un nuevo triunfo de la realidad? No quiere encontrarse otra vez ante una soñadora que se entrega; y se aleja en silencio. Busca a alguien que no está, y esa ausencia lo incomoda. Se detiene a acariciar los escritos en las paredes. El recuerdo le da más tiempo a su vida. “Está prohibido prohibir”, arañado, enorme, en lo alto de la pared del fondo. “Dejemos las puertas del jardín del alma abiertas”, cerca de lo primero. “Cada vez que pienso algo me equivoco, cada vez que siento algo me equivoco, cada vez que digo lo que siento y pienso me equivoco”, tallado con trazo errático en una mesa. “Pensar pensando lo que pensarían los que ya pensaron. Innovar, copiando. Y dormir abrazado a alguien”; suave, junto a una mesa apartada. Muy cerca de eso: “Pero iré en busca de alguien más. Que sea libre para amarme, que no tema arriesgarse por amar”. “El campaneo de los témpanos en ese mar de malta en el que uno intenta ahogarse por momentos para ya no sentirse miserable”; una mano conocedora trazó en una parte del techo. Ve miles de nuevas palabras en las paredes, mesas, techo. Tendrá tiempo de leerlas a todas. Saca del morral un lápiz, y entre los dibujos de una geisha y dos rosas, escribe: “ Juntos, siempre buscando algo que nos haga frenar, algo con sentido. Resignados a sufrir solos nuestra soledad; abrazados, lejos del frío. “ Sigue caminando y algo le llama la atención. Un ser que él no puede interpretar. Algo desconocido, pero familiar. Se acerca a quien atentamente lee “El concepto de la angustia”. De pronto recuerda: en el cruce de dos caminos, cerca de una ilusión del tiempo, saludó a alguien que pasaba por ahí, más por aburrimiento que por interés. La charla derivó en cómplices recovecos. Fue el Coleccionista quien le recomendó el lugar. Tal vez aquí le aguardaran cosas interesantes. Toma una silla, cuelga en ella su morral, y sin pedir permiso se sienta. El otro deja el libro abierto sobre la mesa, sorbe el café y, luego de una mueca de asco, sonríe; mientras que el Coleccionista echa un vistazo alrededor y tratando de articular los sonidos que hace tiempo lo aburrieron, dice: - ¿El Café se ha cobrado otra victima? - Tal vez. Estoy cómodo aquí. Lo que si es seguro es que el café de Pepe se ha llevado a varias. Me dijiste que ya no venías por estos pagos… Dejó la frase abierta… recaudo innecesario. El Coleccionista se apuró a decir: - Seguridades surgidas del seno del miedo mismo, querido compañero. La soledad no es buena consejera, y yo soy muy susceptible… ¿Cuánto hace que llegaste? - Sólo unos días. “Solo y destruido te deprimiste demasiado. Empezaste a tirar todo lo que te recordaba a ella”- citó, suavemente -Increíble como las historias se cruzan, ¿no? Cómo si lo hubiese escrito intuyendo algo… - Para nada. El mundo es grande, pero no lo suficiente como para perdernos. Y de más esta decir que a todos nos puede caber tu frase… bueno, por lo menos a varios de acá adentro. ¿Sabés que paso ahí? - No realmente. Algo sobre unas medialunas. No estaba prestando atención. Pensaba. - Puedo preguntar, así que lo hago. ¿Qué pensabas? |
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historias, literatura |
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