10-14-2009, 06:07 AM | #631 |
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Fragmento de El Decimotercer Apóstol una novela inconclusa.
El sujeto del sobretodo entra al bar, silencioso cual la sombra de un fantasma. Inspira profundo el humo que puebla las tinieblas del pequeño salón. En la penumbra divisa a quien busca. Camina con lentitud, seguro de sus pasos, rendido, quizás, ante el peso de su ernome cuerpo. Se acerca a la mesa. Toma asiento. Enciende un cigarrillo. -Mareska-dice a modo de saludo. -Loup... ¿cuanto tiempo ha pasado?-responde ella, con un notable acento oriental. -Ocho años... -Mucho tiempo-responde la cuarentona mientras baja la vista y la clava en su vaso de gin. -Demasiado, tal vez. ¿Cómo has estado? -Bien, supongo. Silencio. Ella lo corta casi con furia tras unos cuantos necios y prudentes segundos. -¿Cuanto tiempo llevás en la ciudad? -Unos días. ¿Vos? -Meses. Él se sonríe mientras la camarera se acerca, bandeja en mano, con un whisky. -Lo pedí para vos. -Ya lo había deducido. -¿Te sigue gustando? -Sí. Algunas cosas son permanentes. -Otras no. Aún recuerdo cuando te conocí, hace tanto tiempo. Eras poco más que un crío insolente y resentido. Estabas lleno de odio, de ira. -¿Te di miedo? -Pena. -Ya veo. Beben sin prisas. Están incómodos. No les gusta el lugar, aún cuando es la clase de antro, oscuro y húmedo, que él prefiere. Un buen refugio. -¿Por qué me citaste? -Necesito que hagás algo por mí. -No me sorprende. -Lo sé, Mareska. Pero esto es importante. -Todo es importante para vos. Te conozco, lo sabés. -Sí... me conocés. Fuiste mi primera maestra, allá en Nepal. -Te enseñé todo lo que sabía. Pero no fue suficiente, ¿verdad? -Nunca lo es. -Corriste en la noche, te desvaneciste en las sombras. Y nunca más supe de vos. Hasta ayer. ¿Por qué? -¿Por qué, qué? -¿Por qué lo hiciste? -Porque ya no había nada que pudieras enseñarme. Y porque el camino que sigo es largo y tempestuoso. -Quizás... -No hay quizás. Ni pero. No hay excusas. Lo que hice estuvo mal, si es que vas a emitir un juicio de valor al respecto, pero eso no tiene importancia alguna. Hago lo que debo. Ella lo mira con ojos tan fríos como el hielo. Y en las gélidas llamas que pueblan sus pupilas nace una blasfemia. -Siempre igual... siempre renegando de todo, siempre en contra de todo, siempre... aún guardás el odio en tu corazón, ¿verdad? sí... puedo sentirlo, como un Oni materializandose en la tormenta, como una divinidad del pozo, como el errante espíritu de aquel que aún no muere... -Es mi combustible. Es lo que no me permite morir. Es lo que me mantiene de pie. -¿Y tu gran enemigo? ¿sigue siendo el mismo? -En última instancia sí. El sistema. Pero ahora tiene nombre y rostro, ahora tiene un cuello que puedo partir. La mujer lo mira, confusa. Duda un poco al principio. ¿Está hablando en serio? Sí. Sí que lo dice en serio. Pero hay algo más. Lo intuye con un instinto ignoto para los hombres. -Andrés... ¿qué es lo que necesitás? -Guardá esto-dice él, mientras le extiente una caja de cigarrillos-dentro hay algo. Quiero que lo tengás hasta que te lo pida. -¿Qué es?-pregunta ella mientras sacude la caja para escuchar el sonido. -Un pen-drive. Tiene información que no puede estar en mi poder, de momento. -Va en serio todo esto... -Sí. -¿No vas a explicarme nada más, verdad? -No. Te digo lo que necesitás saber. Decir más sería en vano. Te expondría sin razón. -¿Tan peligroso es? -Demasiado. -¿Y por qué te arriesgas? -Porque alguien debe hacerlo. -¿Los desposeidos? ¿los niños en África? ¿los que no pueden luchar solos?-pregunta, con dulzura, mientras le acaricia la mejilla izquierda. Él se aparta, reacio. -¿Importa? Esta vez tengo ante mí algo grande, grande de verdad. Las cosas pueden cambiar. Todo será distinto. -No te curaste de tu adicción a las causas perdidas. Esta vida te va a matar. -¿Y a quién no? Ella guarda la caja. Ambos se ponen de pie. No hacen falta las palabras. Hay pesar en sus hombros. Diez años en el futuro alguien dirá que envejecieron diez años en estos minutos. Y quizás eso es lo que sucedió. Al llegar a la puerta, sin ninguna pretensión de caballerosidad, él emerge al azote del afuera como un vendabal desatado. Camina unos pasos. Ella lo sigue. De pronto tres sujetos los rodean. -¡Quietos ahí!-grita el primero. Empuña un arma nueve milímetros reglamentaria de la policía local. -¿Los escuchaste llegar?-murmura la mujer. -Por supuesto-responde él y, acto seguido, camina hacia el agresor que tiene más cerca. Lo estudia con la mirada es apenas un crío. Debe tener 19 años, exagerando. -Soltala el arma, hijo-le dice-no quiero lastimarte. -¡Al piso!-exclama, tembloroso, el despojo del sistema, funcional al sistema. -Soltala. -¡Al piso! -Soltala. Última oportunidad. -¡Al piso, forro! Ya no habla. Está hartó. Con la palma de la mano izquierda quita de su rostro el cañon y, de un solo golpe, quiebra en tres partes la tibia del joven. Da un salto pequeño y bien calculado hacia el otro, hacia el que habló primero, y lo toma por el cuello. Su fuerza es desproporcionada. Lo arroja, con enorme esfuerzo, contra el otro. Ambos caen al suelo sin perder sus armas. El tipo del sobretodo se avalanza sobre ellos. Golpea la traquea de uno y el esternón del otro. Ahora están fuerda de combate. Se incorpora. Se aproxima al más joven. Patea su cabeza. Escupe sobre su ensangrentado rostro. -Que no quiera lastimarte no significa que no vaya a hacerlo. -Aprendiste bien-dice la mujer a sus espaldas. -Me enseñaste bien. -No sólo hiciste lo que te enseñé. -No... perfeccioné mi sistema de combate mucho después de dejarte. -¿Dónde? ¿con quién? Nunca había visto ese golpe que le diste en el pecho. -Beijing. Pyongyang. Moscú. En los bosques de Canadá, en la selva Australiana, en Sahara. Con muchos hombres y mujeres. Y, por cierto, podrías haberme ayudado. Eran tres tipos armados. -Te enseñé a luchar contra tres tipos armados, Loup. Sos joven aún. Podés. Aunque nunca pensé que fueras a aplicar algo de lo que te enseñé en Pokhara. -¿Segura? -Sí... creía que la rabia se disiparía. Veo que no fue así. -No. Ni lo será. -¿Sabes? Recuerdo a menudo esa frase que dijiste junto al Ganges cuando te conocí. “No pretendo salvar al mundo, sólo a una persona entre miles”. -Esos fueron otros tiempos. Más ingenuos, más torpes. Hoy juego contra los tipos duros. Se acerca una tormenta, mujer, se acerca un viento de sangre que teñirá de carmesí este planeta sonámbulo. -¿Y qué es lo que querés? -Ver el mundo arder. Silencio. Luego, la cuarentona comprende todo. -¿Como se llama ella?-pregunta con una sonrisa. -Es mi Mar... quizás no tiene nombre. -¿Así de amplia y profunda, así de abrumadora, y no tiene nombre? ¿o es que yo no puedo saberlo? -Todas las cosas estupidas que he hecho en mi vida fueron por una mujer. Por varias mujeres, en realidad. Creo que esta vez haré algo inteligente. Por todos. -Ardua tarea. Pensá en la chica. Sé que te gusta pensar en la chica. -Sí... tenés razón en eso, me gusta pensar en ella. -Pagaría por entenderte. Serías feliz si sólo te acurrucaras con la afortunada y dejaras descansar tus nudillos. -¿Y quién dijo que ella quiere acurrucarse conmigo? ¿y por qué pensás que mis nudillos necesitan dormir, si la noche es joven y la muerte baila en carnaval? Silencio. Ominoso, brutal, despiadado, cobarde, necio silencio. -¿La amás? -¿Importa? -A vos te tiene que importar. -Este mundo está roto. La felicidad no vale nada, absolutamente nada, si no puedo ser libre, Mareska. Hay que deshacer la realidad. ¡Hay que resetear la humanidad! -¿No será un exceso? -Ya lo dijo William: “El camino del exceso conduce al templo de la sabiduría”. -Los sabios sufren tormentos que los ignorantes son incapaces de imaginar. Él se sonríe. -No es por amor. Es porque si existe alguien como ella... no todo está perdido. Aún podemos cambiar. Esta batalla aún tiene sentido. ¿Quién puede afirmar mi derrota, si los astros en la lejanía del espacio trazan, con su constante fluir, ese nombre que la humanidad olvidó? Aún podemos forjar la utopía. -Y es, por supuesto, la chica sin nombre la primera ciudadana, ¿verdad? -Verdad. Enciende un cigarrillo. Late su negro corazón. La oscuridad lo llama. Lo reclama como suyo. Respira junto a la gran bestia de hierro y concreto que se retuerce, homicida y miserable, bajo sus pies, a su alrededor, sobre su cabeza. -Ella te espera. Seguí viaje. -¿La utopía o la chica? -Ambas. Sin mediar palabra comienza a caminar. Se pierde entre las sombras. Se mimetiza con los ladrillos y el asfalto, con el humo y los destellos de neón. Es uno con el mundo que odia, el que le dio vida, el que lo desprecia. Sus venas no contienen sangre; fluye esperanza desde su corazón. Inspira los hedores de la mugrienta suciedad que aborrece. Avanza con lentitud a través del fango urbano, la masa nocturna que acosa las calles. Lumpens, putas, borrachos, policías, yuppies, drogadictos, pederastas. -No peleo por ustedes-murmura a nadie mientras dobla en una esquina cualquiera-es por el mundo del mañana... es por mi mar. ------------------------------------------------------ Es lógico que no se comprenda del todo la intervención de los tres sujetos armados, ya que esto es un fragmento de algo mucho más grande. Sólo quería compartirlo con ustedes a causa de algo que me ocurrió.
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10-14-2009, 10:46 AM | #632 |
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Relato en homenaje a una mujer que lo podía todo.
Una risa desgarradora se dibujaba en el rostro de aquella mujer misteriosa. Marcho se dando un giro brusco voleando la capa que portaba con tanto orgullo. Entonces reinó el silencio.
Un rato largo después, un joven curioso rasgaba una fisura que daba al interior de una especie de zulo. Un fuerte hedor se desprendía de entre aquellas grietas oscuras y que a su interior propinaban rayos de la luz exterior. Se derrumbó una gran parte de la delicada pared y tras lograr acostumbrar la vista a la oscuridad del lugar observó un cuerpo inerte: era una especie de bestia con grandes brazos y piernas robustas. Su mentón prominente y nariz exageradamente grande debían producir, en aquel enorme ser, ronquidos en la respiración. Los ojos oscuros estaban abiertos, mostraban coagulaciones de sangre debido al esfuerzo que debió hacer antes de morir, quizás para sobrevivir. “¿Qué animal y de qué dimensiones debió acabar con esta bestialidad?” se preguntó el joven ridiculizado ante tal cadáver. Unos instantes después, desvalijó lo poco que portaba el “animal” y entonces vio en la robusta muñeca de éste casi por casualidad el sello de Frigg, la esposa de Odín. La cara del muchacho se descompuso. “¡No puede ser!” se decía constantemente. “¡Es ella!” seguía lamentándose. “¡Sólo ella sería capaz de cometer esta masacre!”. Diosa del cielo, esposada del Dios de la muerte. De apariencia delicada cuando hila las nubes hasta que es partícipe de las cacerías salvajes junto a su esposo a lomos de Sleipnir, el corcel de 6 patas. Huía a toda prisa del lugar. No miró atrás. Corría sin rumbo a ninguna parte sino que buscaba un cobijo donde resguardarse de aquella mujer tan delicada como cruel. Entonces halló el lugar perfecto. Cerró sus ojos e hico amago de calmarse… calma… calma… calma… … Hasta que unas delicadas manos le acariciaron el cuello, giro separa mostrar ante sus ojos lagrimosos de quién se trataba… reinó la oscuridad en la mente de aquel joven. De nuevo una risa desgarradora se dibujaba en el rostro de aquella mujer misteriosa. Marcho se dando un giro brusco voleando la capa que portaba con tanto orgullo. Entonces reinó el silencio. Y tras ella yacía el cadáver del joven que nunca debió curiosear con las presas de Frigg. Mira hacia atrás. No te fíes ni del ser mas delicado. El odio y la muerte puede estar en todos. ¿Está en ti? |
10-14-2009, 10:54 AM | #633 | |
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Bienvenida al Café de los locos, no te fíes de Pepe, es una vibora traicionera, luego el resto de la gente es muy copada
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10-14-2009, 11:13 AM | #634 | |
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Poco a poco ire leyendo tus relatos. Me gusta lo q escribes y como lo escribes Un saludo! |
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10-14-2009, 02:15 PM | #635 |
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Muy lindo tu escrito hermanito, en si, me recuerda a que el amor importa en la medida de como uno lo vaya considerando importante... en como la vida es capaz de ponerte al filo de tus emociones cuando estas en problemas...
Estrella, también me gustó mucho lo que escribiste, la mitología es preciosa cuando se sabe ocupar y me alegra mucho leer eso
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Alexita Ickle "Se vuoi la pace, prepara la guerra" |
10-15-2009, 02:40 AM | #636 | |
Master
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Cosas que se detienen diría yo. Hope PS: De verdad estoy empezando a creer que vamos a ganar la pelea ^^
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10-15-2009, 03:32 AM | #637 |
Pledge
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Bueno, ya llevó bastante ausente de este pequeño mundo, y creo que lo mejor va a ser que lo siga haciendo. La última vez que apareci no lo hice con la mejor de las intenciones. ↲
Sin embargo, debo proceder con los reconocimientos y romper por un instante con la intra historia.↲ Me gusto lo que hizo Juan. Tanto que incluso me hace parecer un buen tipo. ↲ Muchas emociones de nuestros miembros más jóvenes, quienes se atreven a soñar, pero insisten con despertarse. La señorita del sacón rojo piensa quedarse o volverá al anonimato?↲ Diego: cuántos whiskies nos tomamos? Espero a que sigas la historia.↲ A la nueva integrante le doy la bienvenida y la pongo sobre aviso de una cosa: no todos somos tan buenos como parecemos. A veces inventamos golpear a los incautos con algo que se llama realidad.↲ Besos y abrazos varios según quieran o correspondan.
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Armestt, Brujo Eterno de las Sombras de Alsius Et certe cuiusque rei potissima pars, principium est. [Gaius; Digestorum L. I; T. II; 1] Last edited by armestt; 10-15-2009 at 09:44 PM. |
10-15-2009, 11:18 AM | #638 | |
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Y no veo por qué lo mejor sería que alguien se fuera.
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10-15-2009, 04:10 PM | #639 |
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Adhiero a lo que dijo Diego.
No hace falta mas que regalar una palabra cada tanto. Pero usted es libre. Suerte.
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R O B A L M A S
Bárbaro Filósofo de La Legión "... No hace el amor; tiene relaciones. No vive; se relaciona..." |
10-15-2009, 04:18 PM | #640 |
Initiate
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El escapar de tus fantasmas sólo te da más tiempo para pensar lo que hiciste... pero los fantasmas se quedarán ahí y aún así no podrás avanzar.
Coincido con lo que dicen Diego y Juan, las palabras para regalar llegan solas y siempre que vengas serás bienvenido... por lo mismo, no es necesario que te auto-exilies por las intenciones, que para eso estamos, para leernos y comprendernos aún en esos momentos. Un beso enorme.
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Alexita Ickle "Se vuoi la pace, prepara la guerra" |
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