09-29-2010, 05:58 AM | #751 |
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Bueno estimados. Tomo la batuta (una vez más ), y les dejo algo que estuve pensando hace mucho, pero lo que escribió Ear, me dio un empujoncito a terminarlo y, aprovechando un poco de inspiración (y no un riguroso paso de corrección que me obligaría a modificar todo, o no poner nada), les dejo algo de la bestia del fín del mundo.
Con uds., le vuelvo a dar un chispazo al café... Mozo, un ristretto...
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Armestt, Brujo Eterno de las Sombras de Alsius Et certe cuiusque rei potissima pars, principium est. [Gaius; Digestorum L. I; T. II; 1] |
09-29-2010, 06:02 AM | #752 | |
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El tipo que acababa de despertar miró una vez más y contempló el infinito. Una pared salpicré infinita que se extendía en el horizonte. Un inmenso mural que reflejaba los colores del arcoíris, las luces del norte, y las brisas del atardecer que soplaban desde los bosques de arces, sauces y azucenas. Durante semanas se entretuvo buscando formas en la pared. A cada instante descubría figuras que al apartar la vista, eran perdidas, para pasar días intentando volver a encontrarlas. Nadie habitaba ese espacio. Estaba sólo en ese lugar sin comienzo ni fin. Tan en el centro y equidistante de todo, que se encontraba cerca de nada. Los días pasaban entre la fascinación por las figuras que coleccionaba ahora con su vista. Las noches lo sorprendían repasando sus hermosas figuras descubiertas, y los recuerdos que lo asaltaban de tanto en tanto, para robarle las cosas y dejarlas lejos de allí. Mientras tanto, en algún lugar del culo del mundo, me encontraba con un tipo con un desmedido desprecio por toda convención social. Hacía meses habíamos dejado de perseguir esa luz que en algún momento vislumbramos. Entramos en cuenta que estuvimos dando vueltas en círculos durante días. Decidimos detenernos y esperar. Esperamos una señal. Esperamos por un causa, un efecto. Esperamos por un reflejo. Esperamos una visión, una esperanza, una inspiración, un sueño. Esperamos por una oración. Transcurrieron los días, las semanas. El tiempo pasó de tal manera que parecía detenido. Habíamos acampado ya en esa suerte de anfiteatro del averno donde me había topado con un colega al que supe prestarle fuego. Por prudencia o por temor, cada uno se apostó en extremos opuestos del semicírculo. Nos repasábamos constantemente. No nos quitábamos la vista de encima. Cada movimiento se tornó medido, observado, estudiado. Las palabras de aquel extraño sujeto seguían haciendo eco en la cavernosa y húmeda estructura del lugar. El frío calaba los huesos, para luego un agobiante y caldoso ambiente de azufre y esencia de vainilla invadiera el lugar. Las historias al cabo de un tiempo se acabaron. Los comentarios también. Dejamos de hablarnos hacía bastante. En mi lado, un minucioso orden. La ropa doblada. Las cosas ordenadas. Mis libros, mis papeles, mis ideas. Sin embargo, mis sensaciones eran un conflicto constante que me carcomían. En frente, lo opuesto. Un completo caos. Harapientas prendas yacían a lo largo de todo su semicírculo. Su catre, se fundía con sus hojas desparramadas, sin orden, sin control, incluso con las numeraciones alteradas, o con las líneas fuera de los renglones. Sus libros se encontraban esparcidos por su parte del lugar, diseminados, como si los hubiera traído hasta allí la lluvia, y los hubiera acomodado un lazarillo con cataratas. Sin embargo, observé un pequeño inmaculado y viejo diario de cuero negro, en el que el a-doctrinado, llevaba un exhaustivo relato de lo que iba ocurriendo en nuestra forzada estadía. Curiosamente, el diario, llevaba una cronología. Un orden. En el centro, en medio de los dos, como el círculo central de una cancha de fútbol, se encontraba el morral y el relicario. Un equinoccio el idealista quiso abrirlo y tuve que detenerlo. Lo até con su vincha corbata y lo disuadí de hacerlo. Refrené su impulso, pero no estaba seguro de cuanto tiempo podría retenerlo en su afán de llamar a quién él llamaba “tu socías”, y literalmente “cagarlo bien a trompadas”, o que le diera muerte de una vez. Por las tardes él solía silbar una canción del Mago de Oz. Cada día la misma canción. Para fastidiarlo, cantaba una vieja canción de Calamaro que sospecho, el disfrutaba, pese al descontento con el que me miraba. Un solsticio, llegué a la conclusión de que esto era una mala pasada que el Coleccionista nos estaba jugando. En mi razonamiento, entendí que el fuego nos haría libres, y la mejor solución era incendiar el sucio morral que nos condujo hasta allí en primer lugar. Estúpidamente, cometí el error de los villanos en el cine y los dibujos animados. Comenté mi plan mientras intentaba ejecutarlo. El libertario saltó sobre mí. Me tumbó al piso y dijo –“ni lo sueñes”. Curioso que usara esa palabra. Él bien sabía que yo no soñaba desde hacía tiempo. Tomó el morral, lo dejó en el centro y se sentó en su mugre a silbar acordes disonantes. Desde entonces no volvimos a dirigirnos sonido gutural alguno. Cada quien en su lado, intentando interpretar al otro. Simplemente esperando, observando y nada más. Al cabo de un tiempo, en el que ya no tenía noción de cuanto, no soporté más la situación. -La puta madre.-irrumpí con el silencio de la eternidad- Llevamos casi un año metidos en esta cueva de mierda y todavía no salimos, no hicimos nada…. Ni siquiera nos matamos –le espeté con un tono de sorna, incómodo por el eterno silencio. -Bueno, quedate tranquilo. Tan mal con la convivencia no nos fue. Fijate que ya empezaste a infringir las normas que tanto añorabas. Te dejaste llevar por un impulso. –me replicó sonriente, agradecido por haber roto ese tortuoso castigo de la indiferencia. -Es una idea. Nada más. Ni la mejor ni la peor, pero una que nos saque de acá. -Puede ser. Pero estuve pensando yo también. Tu socías nos dijo que nos íbamos a matar. Pero no dijo cuando. Tampoco dijo cómo. -¿Qué querés decir? –le respondí intrigado. -Es que…, date cuenta. ¿Qué es lo que más te llama la atención? No parás de recalcarme que hay una sola cosa en la que mantengo un orden. Esa puta manchita blanca que hay entre mis cosas. Y vos, todo lo contrario. Esa catarata desbocada de sensaciones, y esa pila de bollos de papel con cartas empezadas y escritas a nadie. Esa manchita negra en el rincón. –Dijo con el entusiasmo de un nene contando las aventuras transcurridas en el colegio. -Ya veo tu punto, lo pensé, pero no tenía a quién decírselo –le dije sin dobles intenciones. -Puede ser. Acá no hay nadie que sepa escuchar. –dijo con franqueza. -Es que es cierto. Para los dos estar atrapados acá es una pequeña muerte. Vos tenés una prisión impuesta por alguien. Yo, soy rehén de un sistema que no se adapta a mi estructura de pensamiento. Y sobre todo, ambos perdimos un poco de nuestra esencia. Ambos ganamos la del otro, e incorporamos su influencia. Yo tengo el pelo largo. Vos te emparejaste la barba. En ese instante, un aplauso me interrumpió. En el peñón de ese anfiteatro de las ánimas desencontradas, una silueta apareció. Parecía un sujeto caminando hacia nosotros. La voz del socías diciendo “Bravo, Bravo! Esto aún no termina”. El ruido de una katana saliendo de la vaina. El relicario tintineaba en el piso. Repentinamente, el morral se abultó, como si algo hubiera aparecido de repente en su interior. La penumbra se esparció por ese lugar, donde los ocasos de cada amanecer se sucedían y se ausentaban constantemente, como si pasaran eternamente a cada rato. Como si jamás tuvieran lugar. Como si no existieran. Mientras tanto, lejos de allí, el Coleccionista pensaba. Pensaba y anhelaba con fuerza. Tuvo una idea que se le escapó. Un indicio de cómo dar con él. No supo a dónde se fue, pero todos creemos que cada idea, se encuentra en algún lugar, basta con revolver un poco. Lejos de allí. En un lugar tan incierto como los aquí descritos, una mujer suspiraba ante el telón del universo, contemplando las estrellas de luciérnaga, las más de trescientas lunas que la habían apartado de su vida, para ya no saber ni quien era, ni si esperaba a alguien, o alguien estaba llorando por ella en un rincón del universo. El café era un lugar tan convulsionado, como desolado por el silencio de decenas de individuos que sentados de espaldas a todos, miraban televisión. Al final, una lágrima cae sobre el jazmín que sostenía con sus manos la muchacha del balcón, que esperaba incierta, que algo pasara que la mantuviera viva, o la despertara de una vez. El jazmín floreció y esparció su perfume luminoso por todo el lugar.
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Armestt, Brujo Eterno de las Sombras de Alsius Et certe cuiusque rei potissima pars, principium est. [Gaius; Digestorum L. I; T. II; 1] |
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09-29-2010, 06:39 AM | #753 |
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¡Qué lindo! ¡Qué lindo, Fede! ^^ Le devolvés vida al café ¡Me encantó! ... Como te dije, tuve que hacer un esfuercito para recordar lo anterior de esta historia, pero... ¡Excelente! ... Gracias, Fede, de verdad.
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Inexperta al atake
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09-29-2010, 01:11 PM | #754 |
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Mientras desenvainaba la katana, el anarquista recordó algo que había escuchado en el Tibet, cuando Las Oanis, las antimonjas de las tinieblas, lo instruyeron en el combate místico.
-El tiempo no existe -le dijo una de ellas mientras le quebraba las costillas, destruyendo por completo el estereotipo del hombre duro. -Es sólo una ilusión -le dijo mientras lo pateaba en el piso. -Por ende es maleable -le dijo mientras le pisaba la cabeza. -Transcurre como el observador quiere, si este sabe manipularlo -le dijo mientras presionaba el filo de una espada sobre su garganta. -Entiendo -respondió él. -Tan veloz como un bólido, tan lento como las penas de los corazones rotos. -Sí, pero menos cursi -dijo ella antes de partirle el espinazo. Pero eso fue entonces, cuando él era joven, tonto e inexperto. Y esto es ahora, cuando sólo es tonto. Tiene la katana lista para la lucha. Ve a La Bestia del Fin del Mundo frente a él. -¿Viniste a pelear? -fue lo único que pudo decir. -¿Pelear? No está en mis planes ni podría estarlo: ustedes no pueden combatirme. Soy el final de la historia, la gran mentira, ¿cómo podrían lastimarme? -Tenía pensado abrirte en canal, arrancarte los intestinos y ahorcarte con ellos. Y si eso no funciona estoy seguro que tengo una magnum por acá, en alguna parte. La Bestia del Fin del Mundo ríe estrepitosamente. Le divierten las palabras del libertario. El abogado, al otro lado del círculo, contempla la escena con la esperanza de obtener una resolución. -Creés que no cambiaste, pero sos diferente. Te contagiaste de tu adversario como él se contagió de vos, ambos son un leproso para el que los acompaña. Ahora son como el yin yang. Fijate, estás prisionero. -¿Y? -Que sos un anarquista en prisión. -Lo decís como si nunca uno de nosotros hubiese caído preso... -Pero les desagrada... -Nos desagrada el mundo, tarado, ese es el punto: por eso somos anarquistas. Y ahora voy a despedazarte. -Paren -dijo el abogado, el otro. -¡No paro un carajo, a este hijo de puta lo destrozo! -grita el anarquista. -No estoy seguro de que podás matarlo sin matarnos a nosotros en el proceso -dice jurista. Silencio, roto casi de inmediato por un gruñido. La Bestia del Fin del Mundo sonríe, satisfecha. -Mañana me hago terrorista -murmura el acrata. -Acá estamos -dice el abogado humano, si tal cosa existe. -Nos dejaste hace tiempo acá, con la sola promesa de que uno daría muerte al otro. Sin embargo, subsistimos. -Aún, humanidad, me sorprendes -es la única respuesta de la Bestia. -Podría comerlos crudos si no fuera porque deben saber horrible -murmura el libertario mientras se agacha y afila la katana. -Volviste, pero no te llamamos. -En efecto, vine por mera curiosidad. Hay algo que quiero preguntarte. -Adelante. -Si yo fuese King Mob esto se hubiese solucionado hace tiempo, pero no, como un boludo rechacé que me reclutaran cuando vinieron por mí. -Sos un abogado, un materializador de realidad, atrapado con un tipo que desdeña cualquier ley que le impongan, un bruto que arrastra un arma y pretende que nadie controle a nadie, un iluso. Todo este tiempo te mantuviste ordenado, aún cuando el caos, frente a vos, crecía. Y algo de ese caos te sedujo, como algo de tu orden sedujo al enemigo. -Ya sabemos eso -dice el abogado. -Ya sabemos todo, somos los sobrevivientes de la facultad de derecho, dominamos el mundo, somos todopoderosos pero no esquivamos balas -gruñe el anarquista. -El punto es... ¿no quisiste abondanarte nunca? -pregunta La Bestia. -¿Abandonarme? -Sí, abandonarte. ¿No quisiste rendirte y ser parte del caos? -Admitilo, todos sabemos que soy tu ídolo. Vi ese poster mío que tenés. -¡Yo no tengo un poster con tu cara! -grita el abogado, rindiéndose ante las provocaciones del otro. -¡Yo no dije con mi cara, dije mío! ¡Ese poster de Deep Purple me lo robaste! -¡Yo no robé nada! -¡Qué no, ladrón, corrupto, juez, choto, futuro presidente, te voy a dejar como coladera en cuanto encuentre mi AK-47! -Suficiente -dice con voz de ultratumba La Bestia. El abogado se calla. -Cutre efecto de peli de zombies clase C -se queja el libertario. -Respondé mi pregunta. -¿O qué? ¿Qué vas a hacer si no te respondo? ¿Matarnos dos veces? -Esperaba un poco de camaradería, en nombre de la profesión. Pero aún tengo con qué amenazarlos. -Amenazarlo -corrige el libertario. -A mí no me metan en sus peleas de ex novios. -¡Bah! ¡Como quieras! -exclama el abogado. -Sí, a veces quise rendirme. ¿Satisfecho? -No -dice La Bestia. -Volvé a meterte por la concha de tu putísima madre -gruñe el acrata. -Quiero la verdad: ¿Alguna vez quisiste ser como él? Silencio. Hay una respuesta, pero no la dirá. Porque el resultado, sea afirmativo o negativo, sólo acarrearía más penurias. Porque si nunca quiso ser como El Otro, es porque no ha aprendido nada; porque si quiere ser como El Otro se admitirá una derrota inmerecida. Transcurren unos minutos. Nadie habla. De pronto, una sonrisa se dibuja en los labios de La Bestia. -Eso pensé -es todo lo que dice. -Dejá de hacerte el místico y hablá claro -dice el de la katana, sin saber a cual de los abogados se dirige. -Como les indiqué, uno de ustedes morirá a manos del otro. Y, aunque ahora se mezclan sus esencias y se transforman, poco a poco, en El Otro, pronto alguien morirá. Y ya sé quién es. -Y supongo que no vas a decirlo... -¿Y arruinar mi diversión? -Ajá... te podes ir a la mismisima... -comienza a insultar el libertario cuando un destello lo ciega. Al recuperar la vista, donde estaba La Bestia, una puerta abierta, sin muro que la contenga, señala el cruce hacia otro sitio, otro lugar. -Juro que voy a matar a ese tipo. -Ya juraste eso. -Bueh... ¿cruzamos? -Y... ¿qué vamos a hacer si no? Uno toma el morral. El otro el relicario, aún sin usar, y atraviesan el portal. Al cruzar el estupor los invade. El sitio no podría ser más familiar. Las paredes, la gente, los muebles. -Volvieron ya... -dice alguien. -El café... -murmura, estupefacto, el abogado. -¿Ya están acá? ¿Buscaron media hora y volvieron? -les pregunta alguien. -¿Media hora? Meses estuvimos fuera. -Salieron hace media hora. El anarquista recuerda, una vez más, el diálogo con la antimonja en el Tibet, tanto tiempo atrás. Mira a su compañero de sufrimientos. -Esto acaba de empezar -le dice el abogado. -Y esa no es la peor parte -responde el acrata. -No me des malas noticias... -Ok, no te las doy, miralas vos mismo -dice y señala una mesa. Ahí, comodamente, La Bestia charla animado con La Dama y la pelirroja bartender. -Pero... -No digás nada. ¡Ahora sí que lo mato! -exclama y desenvaina la katana, dispuesto a decapitar a aquel ser. Pero algo se lo impide. El jurista le gana de mano. Está ya sobre la mesa, ahorcando a La Bestia. -Se nota que se juntó conmigo -es todo lo que dice antes que las luces se apaguen. [¿Quién lo sigue? ]
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09-29-2010, 07:36 PM | #755 |
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Disculpen el doble post, pero no da para dejar que esto se enfríe :P
-¡Paren, paren! -dicen los que intentan separar a los abogados. -¡No, este hijo de puta se muere acá! -grita el que acaba de regresar a través de la puerta. El otro sólo ríe. Las manos nada pueden contra El Cataclismo, aún así, la furia se libera. El anarquista contempla la escena, incrédulo. ¿Le robaron su sitio? Pensaba -como todos los demás- que el violento del lugar era él. Parece que se equivocó. O, tal vez, las manos que pretenden ahorcar a La Bestia sean regidas por su propia esencia, ahora mezclada con la del jurista, y lo que lo tiene atornillado al suelo, sea la naturaleza del abogado que ahora fluye en su sangre. -¡BASTA! -grita La Dama. Ahora, y sólo ahora, el jurista se detiene. -¿Qué estás haciendo? -pregunta ella. -Este hijo de puta, nos tuvo meses allá abajo. Podría haberme muerto. -Dejate de joder con los meses, salieron hace media hora. -¿Entonces cómo explicás esto? -interrumpe el anarquista y señala el crecido cabello del jurista. No hay respuesta. -Ustedes parecen haberlo interpretado como 30 minutos, pero para nosotros fueron meses. No encontramos a El Coleccionista y todo sigue igual. Fracasamos. -Aún están vivos -dice El Cataclismo. -Vos callate, pelotudo -gruñe el libertario. -No me amenacés... -No es una amenaza, es una orden. -¿Ves? Estás mutando. Ahora das órdenes. Ahora creés en las jerarquías. Ya no sos el mismo. Como el abogado, que ahora pretende solucionar los problemas con formas violentas. -¡Y vos venís acá! ¡Y te sentás con las mujeres! -¿Y eso es ilegal? -cuestiona La Dama. -Es muy simpático. O, al menos, más simpático que otros... -murmura la bartender. -Simpáticos mis huevos -gruñe el libertario. -Maleducado. -Debo recordarles, caballeros, que sólo uno... -comienza a decir La Bestia. -Saldrá vivo bla bla bla. Ya sabemos esa parte. Pero, como verás, los dos aún respiramos. Perdiste. -Aún no logran sus objetivos. Están acá porque los traje. Sólo debían hacer un descubrimiento que, admito, me sorprende. Pero eso no cambia los hechos. Uno matará al otro antes que esto concluya. Sólo entonces, sabrán que fue de aquel que llaman El Coleccionista; sólo entonces sabrán qué originó esta hecatombe en el universo. Y cómo salir. Si es que, para entonces, queda alguien para atravesar esa puerta. Las dos mujeres guardan silencio. Ya no les resulta tan simpático el sujeto. -No pueden herirme. No pueden dañarme. No pueden matarme. Ni tocarme. Ni condicionarme. Estoy acá porque sólo acá puedo estar. Porque soy el miedo. y en este lugar no hay nadie que no tema. Estoy... -Ahorrate el discurso. ¿Uno tiene que matar al otro de modo definitivo? Bien. Ganemos tiempo -dice el acrata. -Ah, ya veo, decidiste que tenés tu propia agenda. -Siempre la tuve. Ahora que la muerte se aproxima, quiero un último deseo. -¿Última voluntad de un condenado? -Podría decirse. -¿Qué querés? No voy a abrir la puerta. No voy a traer al coleccionista. No podés pedir otros tres deseos al genio. -No quiero nada de eso. -¿Entonces? -Quiero terminar como empecé. Quiero un último combate. -¿No querrás pelear contra mí, verdad? -No. La medianoche se aproxima. Quiero un shufuni. -¿Un shufuni? -Sí. -¿Un demonio de las profundides? -No hablo cantonés. Sabés bien lo que quiero. Una mueca de enfado se dibuja en el rostro de El Cataclismo. Quizás no conoce al libertario tanto como creía. -Concedido -murmura y acto seguido aplaude. Silencio. Se escucha algo muy similar a uñas rasgando un pizarrón. Es la voz de la criatura. Se aproxima a ellos. Mide medio metro alto y uno de largo. Sus doce patas, que acaban en navajas, parten las baldosas. En su cabeza diminuta brillan los pequeños colmillos. Se lanza contra el libertario, quien interpone una mesa entre él y el demonio de las profundidades. -Esto es apenas una cría -murmura el acrata. -¿Y? Sigue siendo un shufuni. Quiero que lo terminés rápido. El anarquista mira el reloj. 11:59. Salta sobre el lomo del animal, como un jinete, y apoya el filo de la katana en su cuello. El ser se retuerce. No sabe quitárselo de encima. Es sólo un bebé, no sabe luchar, ni cambiar de forma. Un adulto sería un problema. Pero este es débil. El hombre resiste sin mayor esfuerzo los movimientos mientras transcurren los 60 segundos que lo separan de la medianoche. Entonces, decapita al shufuni. Toma la cabeza y devora las córneas. El cadáver se retuerce en el suelo. -Tenés lo querías. Ahora te toca morir -dice La Bestia del fin del Mundo. -No dije que yo fuera a morir -responde el acrata y abre en canal al caído demonio. Arranca el pequeño corazón y lo secciona. Dentro halla una pequeña esfera blanca, similar a una perla. -¿Qué estás haciendo? -pregunta La Dama. -Me preparo. Sólo uno puede salir vivo. Y ese voy a ser yo. Los ojos del abogado se humedecen. ¿De verdad van a matarlo? El tipo de la katana tritura la esfera hasta hacerla polvo y se unta con eso las manos. -Abogado, es hora de morir -dice y salta sobre el otro. -¡¿Para, qué vas a hacer?! -exclama el jurista, pero es tarde. El acrata le asesta un golpe a la mandíbula. El hombre de leyes cae inconsciente. -Ese no es un golpe mortal -comenta con desdén El Cataclismo. -No se suponía que lo fuera -murmura el libertario y posa sus manos sobre la cabeza del noqueado. -¿Qué estás haciendo? -pregunta la bartender, confundida. -Él dijo que somos un abogado y un anarquista, enemigos naturales. Él dijo que sólo uno podía vivir porque mataría al otro. Bien, decidí que quiero vivir. así que mato al abogado. Las propiedades místicas de los Shufuni residen en sus corazones, eso les permite cambiar. Ahora lo uso para cambiar la información en su mente. Tras hablar da un paso atrás. Enciende un cigarrillo. Contempla al otro en el piso. Se mueve. Abre los ojos. Murmura algo. -¿Qué dijo? -pregunta La Dama. -Dije que lo voy a matar... -escupe. -No, yo te maté -afirma el anarquista. -Date por muerto... -Bueno, pero antes decime una cosa. ¿Cual es la ley 23.344? -pregunta y mira a El Cataclismo con una sonrisa triunfal en los labios. -¿Ah? ¿Qué? -cuestiona el otro, confuso. -¿Cual es la ley 23.444? -Yo... eh... no sé... -El fumar es perjudicial para la salud -dice el acrata y da una larga pitada el cigarro. -Lo admito, no vi venir eso -afirma La Bestia. -No más leyes. No más códigos. No más derecho penal. Con la habilidad cambiante del corazón del shufuni quité todo aquello que lo hacía un abogado y lo reemplacé con conocimiento culinario. Lo maté. Y ahora que uno a muerto a manos del otro es hora de liberar a El Coleccionista. -Subí al altillo. Hay una puerta que nunca antes se vio. Da acceso al mundo de las ideas. Ahí van a encontrarlo. Sin trampas. Pero recordá: sólo ganaste esta batalla, anarquista. La guerra está lejos de terminar. La Bestia del Fin del Mundo se desvanece en las sombras. El anarquista comienza a decir algo que cree inteligente, pero no logra pronunciar la primera sílaba. Federico se arroja sobre él. -¡Me quitaste mi profesión! ¡Ahora sí que esta no la contás! -grita iracundo. -Soltame, pelotudo, podés estudiar la carrera de nuevo. -¡¿Otra vez?! ¡Ni en pedo! ¡Devolveme mis leyes! -Mirá el lado positivo, ahora vas a poder cocinar cosas ricas para La Dama. -¡Te voy a cortar en pedacitos con tu propia katana! -¡Soltame! -¡No! -¡Soltame! -¡No! -¡Soltalo! -exclama una de las mujeres. -¡No! El anarquista se cansa y se lo quita de una patada en el pecho. Toma la katana y se la da. -Usá esto. No me voy a defender. Si querés matarme, matame de una vez y dejate de joder. El otro sólo lo mira, con odio y resentimiento. No se mueve. Podría degollarlo ahora, pero no se mueve. -Eso pensé -gruñe al libertario, sabe que el homicidio no está en la naturaleza del otro. Le quita la katana de las manos y comienza a caminar con rumbo al altillo. -Ahora, con o sin su permiso, tengo que ir a buscar a mi amigo. Se retira. Atrás queda el silencio. Atrás queda la victoria que se asemeja tanto a la derrota que, quizás, tal vez, no pueda más que ser una extraña forma de materializar realidad.
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Last edited by MalditoLobo; 09-29-2010 at 07:52 PM. |
09-30-2010, 02:52 AM | #756 |
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Posts: 105
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Me alegra mucho que vuelvan! Me queda pendiente leer lo último de Lobo. Gracias Armestt por compartir.
Saludos y gracias nuevamente por revivir esto. PS/Yo ando a full con la escuela, instituto y deporte, me faltan horas para dormir! Pero prometo en estos años (?) dejar algo :P
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Tirador de Para todo lo demás existe Mastercard
La senda del Mediocre |
09-30-2010, 07:17 PM | #757 | |
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Quote:
¡Diego! ¡Increíble! ¡Me encantó! Amigo, te re pasaste en ésta! Bueno, ya te había dicho que me gustó mucho, pero te debía esto :P ... A ver quién se atreve a seguirla XD
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Inexperta al atake
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10-01-2010, 01:24 AM | #758 |
Pledge
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Ufff... Titan... son un delirante.... Primero me dejás sin profesión, y después sin palabras.
La dejaste complicada. ¿Nadie se va a hacer cargo? Sino va a ser un diálogo entre dos pendencieros. Les dejo unos días de changüí.
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Armestt, Brujo Eterno de las Sombras de Alsius Et certe cuiusque rei potissima pars, principium est. [Gaius; Digestorum L. I; T. II; 1] |
10-02-2010, 11:19 PM | #759 |
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:O Se te fue la mano Diego! Entre Armestt y vos armaron todo de nuevo! Grosos acabo de leerlo y me gustó mucho... Una cosa... a ver si me aclaran quién es quién... hasta ahora sólo pesqué que 'el anarquista' es Diego y 'el abogado', Federico. u.u Me perdí, alguien me aclara?
Voy a estar pendiente por si lo siguen...
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Earwin Spellstrike - Prisioneros del Lag
¿Por qué no nos dejamos todos de joder, de insultar y le ponemos buena onda al juego y a los comentarios en el foro? Tenemos algo en común: Jugamos Regnum! |
10-02-2010, 11:56 PM | #760 |
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El Coleccionista: Juan
La Bestia del Fin del Mundo (aka El Cataclismo, el otro abogado, etc): LoneSword La Dama: Flor La bartender, el astronauta, el punk, Lucifer, la vieja y todos los demás: personajes no jugables (y seguro me olvido de alguno que se debe estar cagando en mi madre :P)
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