El partido de la muerte

[Braians]

La historia del fútbol mundial incluye miles de episodios emotivos y conmovedores, pero seguramente ninguno tan terrible como el que protagonizaron los jugadores del Dynamo de Kiev en los años ’40, en plena Segunda Guerra Mundial.

Todo comenzó el 19 de septiembre de 1941, cuando Kiev (Capital de Ucrania) fue ocupada por los nazis. La ciudad se convirtió en un infierno, y durante los meses siguientes llegaron cientos de refugiados y prisioneros de guerra, a quienes no se les permitía trabajar ni vivir en casas. Entre aquellos soldados enfermos y desnutridos, estaba Mykola Trusevych, quien había sido arquero del Dynamo de Kiev.
Iosif Kordik, un panadero alemán a quien los nazis no perseguían -precisamente por su origen-, era hincha fanático del Dynamo. Un día, caminando por la calle, miró a un pordiosero, y reconoció a su ídolo: el gigante Trusevych.





Mediante artimañas, el comerciante alemán engaño a los soldados nazis y contrató al arquero para que trabajara en su panadería. En la convivencia, las charlas giraban siempre sobre el fútbol y el Dynamo, hasta que el panadero tuvo una idea genial: ¿por qué no buscar a sus compañeros y reunir al Dynamo?





El arquero recorrió las ruinas de la ciudad, y entre heridos y mendigos fue descubriendo, uno a uno, a sus amigos del Dynamo. Kordik les dio trabajo a todos, esforzándose para que no se descubriera la maniobra. Trusevych encontró también algunos rivales del campeonato ruso -tres futbolistas del Lokomotiv- y también los rescató. En pocas semanas, la panadería escondía entre sus empleados a un equipo completo.




Los jugadores no tardaron en dar el siguiente paso y, alentados por su protector, decidieron volver a jugar. Muchos habían perdido a sus familias a manos del ejército de Hitler, y el fútbol era lo último que les quedaba de sus vidas anteriores.



Como el Dynamo estaba prohibido, bautizaron a su equipo FC START. El 7 de junio de 1942, con camiseta roja furiosa -eran confesos simpatizantes comunistas- jugaron su primer partido. Pese a estar hambrientos y haber trabajado toda la noche, vencieron 7 a 2. Su siguiente rival fue el equipo de una guarnición húngara, al que batieron por 6 a 2. Luego, le metieron 11 goles a un equipo rumano.



La cosa se puso seria cuando el 17 de julio enfrentaron a un equipo del ejército alemán y lo golearon 6 a 2. Muchos nazis empezaron a molestarse por la creciente fama de este grupo de empleados de panadería, y le buscaron un equipo mejor para terminar con ellos. Llego el MSG húngaro, pero el FC Start lo aplastó 5 a 1, y más tarde le ganó 3 a 2 en la revancha.




Convencidos de su superioridad, los alemanes prepararon un equipo con miembros de la Luftwaffe, el Flakelf, un gran equipo, utilizado como instrumento de propaganda de Hitler. Sin embargo, pese a las patadas de los alemanes, el Start venció 5 a 1.

La mala noticia fue que los alemanes descubrieron la maniobra del panadero. Desde Berlín llego la orden de matarlos a todos, pero los jerarcas nazis no se contentaban con eso. No querían que la última imagen de los rusos fuera de victoria, porque pensaban que matándolos así no harían más que perpetuar la derrota alemana. La superioridad de la raza aria era una obsesión para Hitler y los altos mandos, especialmente en el deporte. Por eso, antes de fusilarlos, querían ganarles en la cancha.

Así, se anunció la revancha para el 9 de agosto, en el estadio Zenit. El clima en las tribunas era tremendo. Antes del choque, un oficial de la SS entró en el vestuario y dijo en ruso: “soy el árbitro, respeten las reglas y saluden con el brazo en alto”.



Ya en el campo, los futbolistas del Start (camiseta roja y pantalón blanco) alzaron el brazo, pero en el momento del saludo se lo llevaron al pecho y en lugar de decir “!Heil Hitler¡”, gritaron “!Fizculthura¡”, un eslogan soviético que proclamaba la cultura física. Los alemanes (camiseta blanca y pantalón negro) salieron a la caza del hombre, no del balón; aprovechando una patada en la cabeza al arquero Trusevych -obviamente, no cobrada por el árbitro- marcaron el primer gol; pero el Start lo dio vuelta, y llegó al descanso ganando 2 a 1.

En el entretiempo hubo más visitas al vestuario, esta vez con armas y amenazas: “si ganan, los matamos a todos”. Los jugadores pensaron en no salir a jugar el segundo tiempo, pero también en sus familias, en los crímenes que se cometían y en la gente sufrida que en las tribunas gritaba por ellos. Por lo tanto, salieron decididos a bailar a los nazis, y eso fue lo que hicieron. Hacia el final del partido, cuando ganaban 5 a 3, el defensor Klimenko quedó mano a mano con el arquero alemán. Lo eludió, quedó solo frente al arco, y cuando todos esperaban el gol, se volvió y pateó hacia el centro del campo. Fue un gesto de desprecio, de burla, de superioridad total. El estadio se vino abajo.

Como todo Kiev hablaba de la hazaña, los nazis dejaron que se fueran de la cancha. Incluso, el Start jugó a los pocos días y le ganó al Rukh 8 a 0. Pero el final estaba escrito: tras ese último partido, la Gestapo visitó la panadería. Los jugadores fueron acusados de pertenecer a la NKVD (Dynamo era un club fundado por miembros de la policía).





El primero en morir torturado fue Kortkykh. El resto fue enviado al cercano campo de concentración de Syretz, donde mataron brutalmente a Kuzmenko, Klimenko y al arquero Trusevych, que murió con su camiseta puesta. Goncharenko y Sviridovsky, que no estaban en la panadería, fueron los únicos que sobrevivieron hasta la liberación de Kiev en noviembre de 1943.

Después, el absurdo: jerarcas estalinistas los acusaron de traición por confraternizar con el enemigo, y sólo salvaron la vida jurando guardar silencio para siempre. En su libro “La Pelota como bandera”, Eduardo Galeano reprodujo la edulcorada versión rusa de la historia, que afirmaba que los jugadores habían sido fusilados con sus puños en alto y mientras gritaban consignas comunistas.

La verdad se conoció recién después de la caída de la Unión Soviética. Makar Goncharenko, único miembro vivo de aquel FC Start, conversó poco antes de morir con el periodista inglés Andy Dougan, autor del libro “Dynamo: Defendiendo el honor de Kiev”. Dijo: “Mis amigos no murieron porque fueran grandes jugadores, murieron como tantos otros porque dos regímenes totalitarios se enfrentaron. Estábamos condenados a ser víctimas de una masacre a gran escala”.

En Ucrania, los jugadores del FC Start hoy son héroes patrios y su ejemplo de coraje se enseña en los colegios. En el estadio Zenit hay una placa que reza “A los jugadores que murieron con la frente en alto ante el invasor nazi”. Y quienes conservan una entrada de aquel partido tienen asegurado de por vida el pase gratis para alentar al Dynamo Kiev.

Fuente: Fridays gamers


El cineasta John Huston se inspiró en este hecho real para rodar su película “Victory” (Entre sus actores hay conocidos del fútbol mundial como Pele u Osvaldo Ardiles de Argentina). En el film, hizo lo que no pudo el destino: salvar a los héroes.


Mas info de la película Wiki


Este tema me ayudo pensar sobre que el fútbol puede usarse para otras cosas y que no es todo negocio como dicen algunos...



PD :Gracias por el karma

[Carnaghe]

Increible...

muy bueno








por fin algo distinto en el foro

[VanSack]

Excelente post. Concuerdo con Carna, cambiemos de aire un poco.

[congomanliveup]

Pense que lo de la pelicula era una historia no real, me acabo de enterar, linda historia y buen post.

[Lysander_Alcander]

Conmovedor.
Idem los 2 primeros comentarios